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domingo, 9 de marzo de 2014

Jesucristo nuestro profeta, sacerdote y rey



En la revelación de Cristo el Salvador, éste se nos manifiesta en sus 3 oficios: profeta, sacerdote y rey.

En los días de Moisés, se escribió de Cristo en cuanto a su status como profeta: "Les suscitaré un Profeta de entre sus hermanos, como tú, y pondré mis palabras en su boca. Y él les hablará todo lo que yo le mande. Y al que no escuche mis palabras que ese Profeta hable en mi Nombre, yo le pediré cuenta" (Dt. 18:18,19). Esta idea sigue presente a lo largo de las Escrituras, hasta su venida.

En los días de David se escribió de Cristo en cuanto a ser sacerdote: "Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec" (Sal. 110:4). Esa idea continúa presente en las Escrituras, no solamente hasta su venida, sino aún después de ella.

Y también se escribió en tiempos de David acerca de Cristo como Rey: "Yo empero he puesto [ungido] mi rey sobre Sion, monte de mi santidad" (Sal. 2:6). Y esa noción perdura en las Escrituras hasta su venida y también después de ella.


Esta triple verdad es ampliamente reconocida por todos cuantos están familiarizados con las Escrituras; pero en relación con ella, hay una verdad que no resulta ser tan bien conocida: que Cristo no es las tres cosas a la vez. Los tres oficios son sucesivos. Primeramente es profeta, después es sacerdote, y luego rey.

Fue "el profeta" cuando vino al mundo como maestro enviado por Dios, "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Jn. 1:14). Pero entonces no era sacerdote, ni lo hubiera sido de haber permanecido en la Tierra, ya que está escrito: "Si estuviese sobre la Tierra, ni aun sería sacerdote" (Heb. 8:4).


Pero habiendo terminado la labor en su obra profética sobre la Tierra, y habiendo ascendido al cielo, a la diestra del trono de Dios, es ahora y allí nuestro "sumo sacerdote", quien está "viviendo siempre para interceder por nosotros". “Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos" (Zac. 6:12, 13).

La función específica de rey a que hacen referencia la profecía y la promesa, es que él reinará sobre "el trono de David su padre", perpetuando el reino de Dios en la Tierra. Ese oficio real es la restauración de la perpetuidad de la diadema, corona y trono de David, en Cristo.

La diadema, corona y trono de David fueron interrumpidos cuando, a causa de la profanación y maldad del pueblo de Judá e Israel, éstos fueron llevados cautivos a Babilonia, momento en el que se hizo la declaración: "Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré" Eze. 21:25-27.

De esa forma y en ese tiempo, el trono, corona y diadema del reino de David, quedaron interrumpidos "hasta que venga aquel cuyo es el derecho", momento en el que le serán entregados. Y Aquel que posee el derecho no es otro que Cristo, "el hijo de David".

Y ese "hasta que venga", no es su primera venida, en su humillación, como varón de dolores, experimentado en quebranto; sino su segunda venida, cuando venga en su gloria como "Rey de reyes y Señor de señores", cuando su reino desmenuce y consuma todos los reinos de la Tierra, y permanezca para siempre.


En las Escrituras se especifica que después que "El Juez se sentó, y los libros se abrieron", "he aquí... como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad... y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá" (Dan. 7:13,14). Es entonces cuando poseerá verdaderamente "El trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin" (Luc. 1:32, 33).

Primeramente vino como profeta. Actualmente es el sacerdote. Y será el rey cuando regrese. Terminó su obra como profeta antes de ser sacerdote, y terminará su obra como sacerdote antes de venir como rey.

Cuando vuelva de nuevo en su gloria y en la majestad de su reino, sobre el trono de David su padre, entonces lo consideraremos como rey, que es lo que en toda justicia será. Jesús es tan ciertamente sacerdote en la actualidad, como fue profeta cuando estuvo en la Tierra.

En tanto que rey, podemos hoy contemplarlo solamente como aquello que va a ser. En tanto que profeta, como lo que ya fue. Pero en su sacerdocio, debemos hoy considerarlo como lo que es ahora. 

Esos 3 oficios de profeta, sacerdote y rey tienen un propósito. Su función como profeta fue preparatoria y esencial para su función como sacerdote. Y sus funciones de profeta y sacerdote, en ese orden, son preparatorias para su función como rey.

Debemos contemplarlo en su papel de profeta, no solamente a fin de poder aprender de quien se dijo "nunca ha hablado hombre así como este hombre" (Jn. 7:46), sino también para que podamos comprenderlo adecuadamente en su oficio de sacerdote.

Y debemos considerarlo en su oficio de sacerdote, no solamente para que podamos recibir el infinito beneficio de su sacerdocio, sino también a fin de estar preparados para lo que hemos de ser. Porque está escrito: "serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él 1000 años" (Ap. 20:6).


Y habiéndole considerado en su oficio de profeta, con el fin de prepararnos para considerarlo con propiedad en su oficio de sacerdote, es esencial que lo consideremos en su oficio de sacerdote a fin de estar capacitados para apreciarlo como rey, esto es, para poder estar con él allí, y reinar con él. De nosotros mismos, se dice: "Tomarán el reino los santos del Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los siglos", y "y reinarán para siempre jamás" (Dan. 7:18; Ap. 22:5).

Dado que el sacerdocio es precisamente el oficio y obra de Cristo, y que desde su ascensión al cielo ha venido siendo así, Cristo en su sacerdocio es el supremo motivo de estudio para todo cristiano.

Es por la intercesión de Cristo como nuestro sacerdote que tenemos una bendita esperanza: “La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Heb. 6:19,20)

Tema tomado de Laicos. org por A.T. Jones.

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