El candelero de oro (testificación)
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy
la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida” (Jn. 8:12).
El candelabro era
indispensable para el continuo servicio que presentaban los sacerdotes
en el Santuario. Dios les encargo que cuidarán que nunca se apagara este
candelabro (ver Éxodo 27:20,21). Sin la luz que emitía no podían ministrar
(tropezarían con todo y no verían nada). Un cristiano sin la luz de Cristo en
su vida no puede ministrar a otros y caerá.
Es interesante
notar que el candelero tenía 7 brazos y 9 manzanas (ver Éxodo 37:17-24). El 7
en la Biblia representa que algo es pleno y completo, además es el número de
Dios. Y las 9 manzanas representan los 9 frutos del Espíritu Santo que el
creyente tiene que tener en su vida para poder testificar (ver Gálatas 5:22,23).
Jesús nos enseñó “vosotros sois la luz del mundo” “así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” (ver Mateo 5:14-16). El cristiano que está en el
proceso de salvación tiene que testificar continuamente por medio de su
testimonio diario.
Los cristianos que
no tienen una vida de continua testificación se vuelven fríos y egocéntricos.
El verdadero creyente tiene que ganar nuevos discípulos para que su fe y su
consagración a Dios no decaigan y lo corrompan.
El altar del incienso (una vida de oración)
“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro
seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero;
todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de
los santos” (Ap. 5:8).
El altar del
incienso está colocado enfrente del lugar Santísimo, donde se manifestaba la
presencia de Dios, en medio de su pueblo, esto nos muestra la cercanía con Dios
de este ritual. Era deber del sacerdote quemar incienso continuamente,
era un rito “muy santo a Jehová” (ver
Éxodo 30:1-10).
“Y de la mano del ángel subió a la presencia
de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos” (Ap. 8:4). El
incienso es un símbolo de la oración. Estas suben ante la presencia de Dios. El
cristiano tiene que tener una vida de continua oración a Dios.
“Sin oración incesante
y vigilancia diligente, corremos el riesgo de volvernos indiferentes y de
desviarnos del sendero recto. Nuestro adversario procura constantemente
obstruir el camino al propiciatorio, para que, no obtengamos mediante ardiente
súplica y fe, gracia y poder para resistir a la tentación” (Ellen G. White, El
Camino a Cristo pág.95).
“Más el fin de todas las cosas se acerca;
sed, pues, sobrios, y velad en oración.” (1 Pe. 4:7). El poder de lo alto
está a nuestro alcance por medio de la oración, esta nos revitaliza y nos da
fortaleza. Debemos como sacerdotes de Dios interceder y orar por aquellos que
lo necesitan. Un cristiano que descuida la oración pierde la fe y la confianza
en Dios.
El arca del testimonio (vivir en completa conformidad con Dios)
“Si me amáis, guardad mis mandamientos”
(Jn. 14:15).
El arca del
testimonio tenía una cubierta con 2 querubines llamada “propiciatorio” y dentro del arca estaba una muestra de maná, la
vara de Aarón y los 10 mandamientos que Dios le dio a Moisés (ver Éxodo
25:10-22; Hebreos 9:4).
El propiciatorio
es un símbolo de la sangre de Cristo que purifica totalmente nuestras vidas “Y él es la propiciación por nuestros
pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el
mundo. Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus
mandamientos” (1 Jn. 2:2,3). En estos versículo vemos como están vinculados
el propiciatorio y los mandamientos como en el Santuario.
El maná es un
símbolo del “pan vivo que descendió del
cielo” (Jn. 6:51). Cuando los israelitas estaban en el desierto y no tenían
que comer Dios les dio el maná (ver Éxodo 16). Dependían completamente de la
providencia divina, así en el plan de salvación de Dios tenemos que aprender a
depender y confiar totalmente en sus promesas, y a obedecer sus instrucciones
(que no nos pase como a los israelitas que no obedecieron la orden de Dios con
respecto al maná).
La vara es un
símbolo de la corrección e instrucción de Dios con su pueblo: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán
aliento” (Sal. 23:4). El Señor es nuestro pastor, la vara que usa el pastor
servía para proteger a las ovejas de animales salvajes, y para guiarlas por el
camino. El propósito de Dios en el plan de salvación es dirigirnos e
instruirnos “Confortará mi alma; Me
guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (Sal. 23.3).
“Teme a Dios, y guarda sus mandamientos;
porque esto es el todo del hombre” (Ecl. 12:13). Es el propósito de Dios
para la salvación, escribir sus mandamientos en las tablas de nuestro corazón
(ver Ezequiel 36:26-28; Hebreos 10:16) para que nuestra vida sea un testimonio
de que Dios mora con su pueblo y se cumpla así el propósito del Santuario.
Además Dios va a
salvar al pueblo que cumple los requisitos del siguiente versículo: “Aquí está
la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús” (Ap. 14:12; ver también Apocalipsis 12:17; 19:10).
Un plan perfecto
Solo aquellos que
recorren el camino de la salvación hasta el lugar Santísimo forman parte del
pueblo de Dios. Este proceso de santificación y salvación fue divinamente
instituido y no podemos omitir o cambiar el orden de cualquiera de estos
elementos.
Existen muchos
cristianos cuya experiencia no es correcta porque han llegado al bautismo, pero
no han entrado al Lugar Santo y tomado las riquezas que se encuentran ahí: el
estudio de la palabra, la testificación y la oración. Un cristiano que no
practica estas cosas está destinado al fracaso espiritual.
Y por el
contrario, un cristiano que las practica crece en gracia y en amor “hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo” (Ef. 4:13).
Cristo el único que nos da salvación
En todos los
elementos del Santuario en el plan de salvación Cristo esta prefigurado, porque
es “el camino, la verdad y la vida” (Jn.
14:6). El creyente debe estar enteramente vinculado con Cristo para poder ser
salvo. Por medio de la fe que obra por el amor.
Finalmente en el
Santuario, está representada la cruz de Cristo como el único medio de
salvación:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no
hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
(Hch. 4:12). Solo Cristo puede darnos la salvación, los elementos que hemos
estudiado del Santuario tienen como propósito enriquecer y acrecentar nuestra
relación con Cristo para que cuando el vuelva encuentre “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Ef. 5:27).
Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de
buenas obras” (Tit. 2:14). Cristo viene por aquellos que lo aman y lo
testifican por una fe que obra por el amor.