Pasos a la salvación ilustrados
El tema del
Santuario es vital en la experiencia cristiana porque ilustra el plan de Dios
para la salvación de las personas. Ilustra los pasos que debemos seguir si
queremos estar en completa unidad y comunión con Dios.
Este es un esquema
del Santuario en el cuál se ilustran los elementos más importantes en este
proceso:
Este tema es
sumamente extenso, y podríamos analizar con mucho detalle y detenimiento cada
símbolo del Santuario: sus medidas, sus materiales, los tipos de sacrificios,
etc. Pero solo explicaremos brevemente el simbolismo de los elementos numerados
y su relación con el plan de salvación.
La puerta (oír la voz de Dios)
Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: Yo soy la
puerta de las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y
entrará, y saldrá, y hallará pastos” (Jn. 10:7,9).
El primer paso
para la salvación es escuchar la voz de Jesús, aceptar sus enseñanzas. Pero
para escuchar su voz hay que conocerlo, hay que empezar a tener fe de que es el
Salvador del mundo: “Así que la fe es por
el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). Tenemos que escuchar
las buenas nuevas de salvación: el evangelio (ver 1 Pedro 1:18-21).
En el Santuario
todo lo que estaba adentro es santo. Al aceptar a Jesús en nuestras vidas
comenzamos ese camino de santificación. En otras palabras, todos aquellos que
no aceptan a Jesús que es “el camino, la
verdad y la vida” (Jn. 14:6) no serán santificados y por lo tanto no podrán
ser salvos.
El altar del holocausto (aceptar la muerte sustitutiva de Cristo)
“Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras” (1 Co. 15:3).
No es suficiente
con oír la voz de Jesús, tenemos que aceptar su sacrificio expiatorio para
poder ser salvos. En el altar del holocausto se sacrificaban animales para
perdonar los pecados (ver Levítico 1) esto es un símbolo de la muerte de
Cristo.
El pecador tenía
que entrar al Santuario, confesar sus pecados y luego matar al animal, luego
este era quemado en el altar del holocausto. En el plan de salvación de Dios
tenemos que confesar nuestros pecados, abandonarlos y por fe aceptar que Cristo
los perdona al haber muerto en nuestro lugar “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo
por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne,
pero vivificado en espíritu” (1 Pe. 3:18).
El lavacro (renunciar al pecado)
“Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate
y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hch. 22:16).
El lavacro o
fuente era donde el sacerdote se limpiaba para poder entrar a oficiar en el
Lugar Santo. El elemento importante aquí es el agua que contenía, que nos hace
alusión a la pureza y limpieza (ver Salmos 51:2; Ezequiel 36:25).
El bautismo es el
compromiso que nos vincula a Cristo al purificar nuestras vidas del pecado por
medio del agua. Es la aceptación pública y consiente de que renunciamos a una
vida pecaminosa y ahora renacemos a una vida nueva en Cristo (ver Marcos 1:4;
Romanos 6:1-6; 1 Pedro 3:20,21).
Este paso es
fundamental para la salvación. Cristo enseño: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere,
será condenado” (Mr. 16:16). Sin embargo no es lo último en el plan de
salvación, tan solo es el inicio de una nueva vida (ver 1 Corintios 10:1-12).
Al bautizarse una
persona ahora forma parte del pueblo de Dios y del “real sacerdocio” para “ministrar”
ante el Señor a favor de otros: “Mas
vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las
tinieblas a su luz admirable” (1 Pe. 2:9).
La mesa con los panes (alimentarse de la Palabra)
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo;
si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi
carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Jn. 6:51).
Este pan era
colocado por los sacerdotes continuamente ante el Señor (ver Levítico
24:5-9) y era un testimonio del pacto perpetuo entre Dios y su pueblo.
Jesús es el
verdadero pan del cual debemos alimentarnos ¿cómo? “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39).
El cristiano tiene
que alimentarse continuamente de las Sagradas Escrituras para crecer y
desarrollarse espiritualmente. Así como la comida nos mantiene vivos y sanos es
indispensable el alimento espiritual para nuestra vida espiritual.
En la próxima
publicación analizaremos el candelabro, el altar del incienso y el arca del
testimonio, y como todos los elementos del Santuario señalan al único que puede
darnos Salvación.
esta buenísimo
ResponderBorrarSi. Buenísimo, me falta la otra parte, muy bien explicado. Muchas gracias
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