“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las
cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 1:2).
En este versículo Dios expresa el anhelo que tiene para
cada uno de nosotros. Nos creó para que fuéramos felices, pero para ello
debemos ser sabios administradores. No porque el Señor nos restrinja (como
muchos piensan, que los mandamientos y ordenanzas de Dios son prohibitivos) sino
porque al ser nuestro Creador sabe que es lo más conveniente para nuestra vida;
como un Padre amoroso que aconseja a sus hijos.
Dios ha instituido la mayordomía en nuestras vidas no
para restringirnos, ni porque espera que le paguemos algo, sino porque los
principios de la mayordomía resguardan nuestra prosperidad y felicidad.
La mayoría de seres humanos tienen una vida carente de
verdadera paz y felicidad porque descuidan los principios de mayordomía de vida
establecidos por Dios por afanarse en conseguir bienes materiales
perecederos.
Estos son 3 principios de mayordomía de vida que
preservan nuestra felicidad:
Mayordomía de nuestra persona
El trabajo es edificante y nos ayuda a sentirnos
realizados, además es un mandato bíblico: “Si alguno no quiere trabajar,
tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Sin embargo puede convertirse en un amo
cruel cuándo lo hacemos el centro de nuestras vidas.
Hay personas, por ejemplo, que trabajan incesantemente
para acumular bienes materiales, tanto que hasta no descansan bien, para
después desechar los bienes acumulados que ya no usan. Sin embargo la falta de
descanso repercutió en deteriorar su salud, la cual en muchos casos ya no se
restaura.
Otro ejemplo: cuándo las personas sienten un malestar
recurren a lo más fácil que es utilizar calmantes y todo tipo de pastillas que
mitigan el dolor de manera momentánea pero que no resuelven el problema de
raíz, exigiendo a sus cuerpos más allá de su capacidad. Retomando el ejemplo
del descanso, en vez de dormir como el cuerpo requiere le damos café (como
dándole un latigazo a un caballo para que siga avanzando) para que siga
despierto y trabajando.
Dios es sabio, diseño nuestros cuerpos de tal manera que
nos mandan señales de alerta que si descuidamos estaremos en contra de los
principios de mayordomía de vida para preservar nuestra felicidad.
Así como la gente descuida la mayordomía en el descanso
lo hace con la alimentación saludable, con el estrés, la temperancia, etc. Por
ello Dios nos dejó en su palabra un régimen de vida saludable.
Mayordomía de nuestros seres amados
El bien más preciado que nos ha dado nuestro amoroso Dios
es nuestra familia, amigos y nuestros hermanos en Cristo. Sin embargo son a los
que más descuidamos con frecuencia y a quienes más herimos.
Dios nos ha hecho inherentemente sociales, desde el principio
de la existencia de nuestros primeros padres Dios dijo: “No es bueno que el
hombre este solo” (Gn. 2:18).
Un buen administrador comienza por su hogar, una persona
que descuida a su familia es duramente reprendida en las Sagradas Escrituras:
“Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa,
ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8).
A veces trabajamos incansablemente, día y noche por
nuestras familias e irónicamente son con quienes menos convivimos. Hay un
distanciamiento emocional muy grande en las familias actualmente y que el
enemigo aprovecha afanosamente.
Debemos administrar sabiamente nuestro trabajo, y eso
incluye un tiempo de esparcimiento con nuestra familia. Esto recreará nuestras
energías y enfrentaremos de manera más eficaz las problemáticas y retos que se
nos presenten.
También debemos dedicar el tiempo que merecen nuestros
amigos, muchas amistades se pierden por la falta de convivencia, y en este
apartado es bueno recordar el consejo del sabio Salomón: “Mejores son dos que
uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno
levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá
segundo que lo levante.” (Ec. 4:9,10).
Este consejo es para aquellos que pertenecen a la Familia
de Dios: debemos ser buenos mayordomos del Señor y seguir el siguiente consejo
“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por
fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo
pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:2,3).
Deshonramos a Dios cuando por nuestras malas actitudes
dañamos a nuestros hermanos y por el contrario, Dios espera de nosotros que
ayudemos a edificar a nuestros hermanos, que los alentemos en sus
tribulaciones, que los ayudemos a desarrollar sus talentos y perseverar en la
fe.
Una vida aislada se torna triste, estresante y una carga
para nosotros mismos. Los bienes materiales pueden perderse fácilmente, un
incendio, un sismo, una inundación, robos, etc. Pero las experiencias que
construimos con la familia, los amigos y los hermanos permanece con nosotros
dondequiera que estemos y nos vuelven mejores personas.
Mayordomía de nuestros recursos
Finalmente, si administramos nuestros recursos con
sabiduría tendremos una vida plena, prospera y feliz. Es muy desdichada la
persona que vive solo para sí, la avaricia del hombre no tiene límite y por
ello nunca será saciada. Pero la recompensa de haber ayudado a otros, el
agradecimiento sincero y sobre todo la aprobación de nuestro Señor son bienes
imperecederos y que dan sentido a nuestra existencia.
Nuestros recursos no se limitan al dinero, también
tenemos talentos, influencia, salud y nuestro tiempo. Administrando estos
recursos para hacer más agradable nuestra vida y la de nuestros prójimos
seremos buenos mayordomos, y nos daremos cuenta que somos más felices.
Dando somos más felices, sobre todo si es a nuestro
amoroso Dios. A quienes no lo crean hagan la prueba y se darán cuenta de esta
gran verdad: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes
retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza” (Pr. 11:24).
Y recuerden, la pobreza no es solo monetaria. Hay quienes
tienen mucho dinero, pero son pobres en tener tiempo, amigos, y sobre todo son
pobres para con Dios al vivir separados de Él.
En cambio hay personas que administran bien sus recursos
y añaden a un talento, otro más, su salud se conserva y el tiempo que tienen lo
usan para pasar momentos edificantes con su familia, amigos y hermanos y así su
vida es feliz, puede mirar hacia atrás sin arrepentirse de nada, y sobre todo
tiene “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” (1 Pedro 1:4)
preparada por nuestro Señor.
Y recuerda querido lector: Todos tus planes en las manos
del Señor prosperarán.
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