Menú

jueves, 5 de septiembre de 2013

Mayordomía de vida



“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Jn. 1:2).

En este versículo Dios expresa el anhelo que tiene para cada uno de nosotros. Nos creó para que fuéramos felices, pero para ello debemos ser sabios administradores. No porque el Señor nos restrinja (como muchos piensan, que los mandamientos y ordenanzas de Dios son prohibitivos) sino porque al ser nuestro Creador sabe que es lo más conveniente para nuestra vida; como un Padre amoroso que aconseja a sus hijos. 

Dios ha instituido la mayordomía en nuestras vidas no para restringirnos, ni porque espera que le paguemos algo, sino porque los principios de la mayordomía resguardan nuestra prosperidad y felicidad.

La mayoría de seres humanos tienen una vida carente de verdadera paz y felicidad porque descuidan los principios de mayordomía de vida establecidos por Dios por afanarse en conseguir bienes materiales perecederos. 

Estos son 3 principios de mayordomía de vida que preservan nuestra felicidad:
 


Mayordomía de nuestra persona


El trabajo es edificante y nos ayuda a sentirnos realizados, además es un mandato bíblico: “Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10). Sin embargo puede convertirse en un amo cruel cuándo lo hacemos el centro de nuestras vidas.

Hay personas, por ejemplo, que trabajan incesantemente para acumular bienes materiales, tanto que hasta no descansan bien, para después desechar los bienes acumulados que ya no usan. Sin embargo la falta de descanso repercutió en deteriorar su salud, la cual en muchos casos ya no se restaura.

Otro ejemplo: cuándo las personas sienten un malestar recurren a lo más fácil que es utilizar calmantes y todo tipo de pastillas que mitigan el dolor de manera momentánea pero que no resuelven el problema de raíz, exigiendo a sus cuerpos más allá de su capacidad. Retomando el ejemplo del descanso, en vez de dormir como el cuerpo requiere le damos café (como dándole un latigazo a un caballo para que siga avanzando) para que siga despierto y trabajando.

Dios es sabio, diseño nuestros cuerpos de tal manera que nos mandan señales de alerta que si descuidamos estaremos en contra de los principios de mayordomía de vida para preservar nuestra felicidad.

Así como la gente descuida la mayordomía en el descanso lo hace con la alimentación saludable, con el estrés, la temperancia, etc. Por ello Dios nos dejó en su palabra un régimen de vida saludable.

Mayordomía de nuestros seres amados


El bien más preciado que nos ha dado nuestro amoroso Dios es nuestra familia, amigos y nuestros hermanos en Cristo. Sin embargo son a los que más descuidamos con frecuencia y a quienes más herimos.

Dios nos ha hecho inherentemente sociales, desde el principio de la existencia de nuestros primeros padres Dios dijo: “No es bueno que el hombre este solo” (Gn. 2:18).

Un buen administrador comienza por su hogar, una persona que descuida a su familia es duramente reprendida en las Sagradas Escrituras: “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8).

A veces trabajamos incansablemente, día y noche por nuestras familias e irónicamente son con quienes menos convivimos. Hay un distanciamiento emocional muy grande en las familias actualmente y que el enemigo aprovecha afanosamente.

Debemos administrar sabiamente nuestro trabajo, y eso incluye un tiempo de esparcimiento con nuestra familia. Esto recreará nuestras energías y enfrentaremos de manera más eficaz las problemáticas y retos que se nos presenten.

También debemos dedicar el tiempo que merecen nuestros amigos, muchas amistades se pierden por la falta de convivencia, y en este apartado es bueno recordar el consejo del sabio Salomón: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante.” (Ec. 4:9,10).

Este consejo es para aquellos que pertenecen a la Familia de Dios: debemos ser buenos mayordomos del Señor y seguir el siguiente consejo “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5:2,3).

Deshonramos a Dios cuando por nuestras malas actitudes dañamos a nuestros hermanos y por el contrario, Dios espera de nosotros que ayudemos a edificar a nuestros hermanos, que los alentemos en sus tribulaciones, que los ayudemos a desarrollar sus talentos y perseverar en la fe.

Una vida aislada se torna triste, estresante y una carga para nosotros mismos. Los bienes materiales pueden perderse fácilmente, un incendio, un sismo, una inundación, robos, etc. Pero las experiencias que construimos con la familia, los amigos y los hermanos permanece con nosotros dondequiera que estemos y nos vuelven mejores personas.

Mayordomía de nuestros recursos


Finalmente, si administramos nuestros recursos con sabiduría tendremos una vida plena, prospera y feliz. Es muy desdichada la persona que vive solo para sí, la avaricia del hombre no tiene límite y por ello nunca será saciada. Pero la recompensa de haber ayudado a otros, el agradecimiento sincero y sobre todo la aprobación de nuestro Señor son bienes imperecederos y que dan sentido a nuestra existencia.

Nuestros recursos no se limitan al dinero, también tenemos talentos, influencia, salud y nuestro tiempo. Administrando estos recursos para hacer más agradable nuestra vida y la de nuestros prójimos seremos buenos mayordomos, y nos daremos cuenta que somos más felices.

Dando somos más felices, sobre todo si es a nuestro amoroso Dios. A quienes no lo crean hagan la prueba y se darán cuenta de esta gran verdad: “Hay quienes reparten, y les es añadido más; Y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza” (Pr. 11:24).

Y recuerden, la pobreza no es solo monetaria. Hay quienes tienen mucho dinero, pero son pobres en tener tiempo, amigos, y sobre todo son pobres para con Dios al vivir separados de Él.

En cambio hay personas que administran bien sus recursos y añaden a un talento, otro más, su salud se conserva y el tiempo que tienen lo usan para pasar momentos edificantes con su familia, amigos y hermanos y así su vida es feliz, puede mirar hacia atrás sin arrepentirse de nada, y sobre todo tiene “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible” (1 Pedro 1:4) preparada por nuestro Señor.

Y recuerda querido lector: Todos tus planes en las manos del Señor prosperarán.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario