Introducción
En el libro de
Apocalipsis, Jesús emite un mensaje a 7 iglesias. Estas representan 7 periodos
en la historia de la iglesia de Dios hasta que el regrese por segunda vez.
La última, y que
corresponde a nuestro tiempo es Laodicea (cuyo significado es “un pueblo juzgado”) es el mensaje de
Jesús para los cristianos antes de su 2° venida, es el último mensaje de
amonestación y esperanza.
Un pueblo juzgado
Este significado
no es casualidad, tiene un profundo sentido para los cristianos de los últimos
días.
·
En primer lugar el mensaje es un
juicio a un pueblo tibio, que necesita un reavivamiento espiritual para
encontrarse con Cristo en su segunda venida.
·
Segundo, de acuerdo con Apocalipsis
14:7 el juicio de Dios ya comenzó y empieza por los hijos de Dios (Ver 1 Pedro
4:17), en estos últimos días se juzga a su pueblo.
·
Tercero, el sentido escatológico (del
fin del tiempo) que señala que el juicio de Dios debe concluirse desde Adán
hasta el último que acepte a Cristo y así concluyen los 7 periodos de la
historia del pueblo de Dios, con “un
pueblo juzgado”.
Una aclaración:
nos aterra el pensamiento de un juicio, pero debemos ver el aspecto positivo
del juicio que consiste en vindicar el nombre de Dios y a su pueblo. Es decir,
el juicio es para avalar que los méritos de Cristo nos vuelven aceptos para ser
salvos y justificar la misericordia de Dios para pecadores que eran dignos de
muerte.
Cómodos en Laodicea
Es interesante
notar que Dios encuentra algo bueno en las iglesias en Apocalipsis 2 y 3, pero
no hay ninguna aprobación para la iglesia de Laodicea. De hecho, el estado tibio de la iglesia de los últimos días repugna
tanto a Dios que, a menos que el pueblo se arrepienta, él se verá forzado a
“escupirlos” de su boca (Apocalipsis 3:16).
Esta iglesia piensa que está de lo más bien, pero siendo
que es la última iglesia que terminará la obra de Dios en la tierra, no está
aún preparada para el derramamiento final del Espíritu Santo.
Los laodicenses están tan ocupados felicitándose por sus
logros, que Dios no quiere decir nada que contribuya a su autosatisfacción.
Ellos orgullosamente señalan sus instituciones alrededor del mundo, su fuerte
énfasis en misiones y su número de feligreses que aumenta dramáticamente en el
mundo. Ciertamente Dios debe estar satisfecho con ellos. Pero Dios espera hacer
mucho más por medio de ellos de lo que han permitido.
Podemos terminar la obra de Dios en este mundo si nos
convencemos que Él puede hacerlo en nosotros y a través de nosotros. Él ha
prometido toda la ayuda que necesitamos, y más.
Cuando leemos Apocalipsis 3:14-22 nos sentimos
incomodos, y esa es la razón por la cual Dios nos lo dice. Jesús
señala en el versículo 17 que el problema de Laodicea es que no conoce su
verdadera condición. Quizá nuestro mayor
problema es que a menudo no podemos vernos a nosotros mismos como otros nos
ven.
¿Qué es lo que nosotros los laodicenses necesitamos ver
o saber acerca de nosotros mismos? Que Dios espera mucho más de Laodicea de lo
que esperó de ninguna otra iglesia anterior.
El Remedio de Dios para los laodicenses
Nuestro adversario
usara “cada una de sus artes para sujetarnos hasta que pase el sellamiento,
hasta que la cubierta se haya corrido sobre el pueblo de Dios, y ellos hayan
quedado sin refugio que los proteja de la ira ardiente de Dios en las 7 últimas
plagas” (Primeros escritos pág. 44).
Satanás no se concentra tan intensamente en persuadir a
los cristianos a abandonar su fe por completo, sino en mantenernos donde
estamos –en un estado de apatía laodicense- hasta que sea demasiado tarde para
que hagamos algo. No podemos dejar que continué con ese truco.
Ahora, mientras la trompeta de la advertencia
final para el día inminente del Señor y Dios, mientras extiende su manto
protector sobre aquellos que le permiten que los resguarde del tiempo de
aflicción; ahora, con la ayuda de Dios, debemos enfrentar el desafío de nuestra
necesidad más grande y más urgente: un reavivamiento entre nosotros de la
verdadera santidad.
Apocalipsis 3:18 nos presenta en orden reverso lo que
Dios tiene en mente para nosotros hoy día. Coloca al elemento más importante,
el oro, al comienzo de la lista.
El Colirio
El remedio que Cristo prescribe aquí abre nuestros ojos a hechos que no conocemos
de nosotros mismos. El Espíritu Santo no nos muestra todo de una vez, para que no nos desanimemos. Por el
contrario, paso a paso nos revela nuestras necesidades, mostrando lo que Dios
hace posible para cada uno de nosotros.
Aplicamos este colirio al tomar seriamente lo que el
Espíritu nos dice al estudiar la Palabra de Dios. Cuando aplicamos
apropiadamente el colirio podemos ver mejor, tanto a fuera como adentro. Afuera
contemplamos como nunca antes la gloria y la belleza de la vida inmaculada de
Cristo y reconocemos que podemos ser como él. Dentro de nosotros podemos vernos
como realmente somos: pecadores que necesitan de la justicia y el poder de
Jesús.
Vestiduras blancas
Necesitamos asegurarnos de que podemos ser cubiertos por
el manto de justicia de Jesús ¡ahora mismo! No hay nada que ninguno de nosotros
pueda hacer por nuestros pecados pasados y nuestras naturalezas pecaminosas.
Pero Dios ya se ocupó de eso por nosotros en la cruz.
Cuando Dios
perdona lo hace de manera absoluta. No ve
más lo que hemos hecho en el pasado para herirle. Él reconoce solamente la
perfección de Jesús. Esto es lo que significa estar cubierto con el manto de
justicia de Jesús.
Para la renovación
espiritual, necesitamos la oración de confesión y luego depender de la promesa divina del perdón. Luego él nos cubre con
el manto de justicia de Cristo que representa “el carácter puro y sin
mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo
Únicamente el
manto que Cristo mismo ha provisto puede hacernos dignos de aparecer ante la
presencia de Dios. Cristo colocará este manto, esta ropa de su propia justicia
sobre cada alma arrepentida y creyente […] Este manto, tejido en el telar del
cielo, no tiene un solo hilo de invención humana.
Cristo, en su humanidad,
desarrollo un carácter perfecto, y ofrece impartirnos a nosotros ese carácter. Cuando
nos sometemos a Cristo, el corazón se une con su corazón, la voluntad se
fusiona con su voluntad, la mente llega a ser una con su mente, los
pensamientos se sujetan a él; vivimos su vida. Esto es lo que significa estar vestidos
con el manto de su justicia” (Palabras de vida del gran maestro, Ellen G.
White, pág. 252-254).
El oro
Así como generosas partidas de oro erradican la pobreza,
así el oro del cielo elimina la pobreza espiritual.
“El oro probado en el fuego que se recomienda aquí, es la fe y el amor.
Enriquece el corazón, porque se lo ha refinado hasta su máxima pureza, y cuanto
más se lo prueba, tanto más resplandece” (Joyas de los testimonios, Ellen G.
White, tomo I, pág. 479).
La fe que obra por amor y purifica al alma:
esto es lo que más necesitamos. Ella permitirá
que los que estén a nuestro
alrededor vean a Cristo perfectamente
reflejado en nuestras vidas.
Conclusión
Cuando dejamos que Dios haga por nosotros lo que él
promete lograr para Laodicea, aprenderemos por experiencia que el mensaje de
Laodicea no es un mensaje negativo. Laodicea es “la pequeña iglesia que si
puede”.
Vivimos en un
momento solemne, Cristo está por salir del lugar santísimo y declarar: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo,
sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que
es santo, santifíquese todavía” (Ap. 22:11).
El sellamiento del
pueblo de Dios ya ha comenzado, debemos despojarnos de cualquier mancha de
carácter y dar el último mensaje de esperanza, antes de que sea demasiado
tarde. Esta comisión no la podremos cumplir si no es con ayuda del Santo
Espíritu de Dios obrando en nuestras vidas y aplicando el remedio divino que
Dios ha señalado “para la iglesia de los últimos días”.
Esta reflexión
está basada en el capítulo 7 La pequeña
iglesia que puede del libro El mensaje de Amos del autor Leo R. Van Dolson.
Si desea ver este
tema como presentación lo puede en el siguiente link:
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