Jesús nuestro amigo
La verdadera
oración "es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo" (El
Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 93). Cuando hablamos con un amigo de
nuestra entera confianza lo hacemos libremente y sin reservas. Es una
comunicación directa y franca donde expresamos lo que más nos interesa.
Regularmente es un
momento gratificante en el cual nos alegramos y comunicamos nuestros éxitos, ideas,
planes o simplemente compartimos momentos agradables. Aunque también nos
acercamos a nuestros amigos para recibir consejos, sugerencias y hasta consuelo
y apoyo en los momentos difíciles.
Cuándo hablamos
con un amigo, no nos dedicamos únicamente a contarle cosas tristes y a pedirle
favores, de lo contrario se cansarían de nosotros. Es importante esto cuando lo
necesitamos pero no debe ser lo único que se hace. Nuestros amigos se alegran
cuándo compartimos nuestra gratitud y entusiasmo con ellos. De igual forma
debemos ser agradecidos con Dios por todas las bendiciones que nos da.
Debemos hacer de
la oración el momento en que nos acercamos a nuestro mejor y más fiel amigo.
Como diría el conocido himno “Oh que amigo nos es Cristo” (Himnario adventista antiguo
# 349):
“¡Oh,
que amigo nos es Cristo!
El
sintió nuestra aflicción
Y
nos manda que llevemos
todo
a Dios en oración.
¿Vive
el hombre desprovisto
de
consuelo y protección?
Es
por que no tiene dicho
todo
a Dios en oración”
Este Himno nos
invita a confiar en Jesús como nuestro amigo y a llevarle todas nuestras penas,
aunque también nuestras alegrías, y nos muestra también que Jesús nos entiende
perfectamente, puesto que el siente nuestro dolor.
Dios nos conoce perfectamente
Nuestra vida es un
libro abierto que él conoce con tanto detalle que "aún los cabellos de
vuestra cabeza están todos contados” (Lc. 12:7).
Otra ilustración
que ejemplifica muy bien lo que es la oración es la tierna relación que existe
entre un padre y sus hijos " Como el padre se
compadece de los hijos,
Se compadece
Jehová de los que le temen" (Sal. 103:13).
A Dios le agrada
cuándo lo buscamos con toda sinceridad. El escucha atentamente nuestras
plegarias, aunque a nosotros nos parezca que no nos oye. Pero él que conoce el
fin desde el principio nos otorga solo aquello que es para nuestro verdadero
beneficio: "Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros,
dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis"
(Jer. 29:11).
“Somos tan cortos de
vista y propensos a errar, que algunas veces pedimos cosas que no serían una
bendición para nosotros, y nuestro Padre celestial contesta con amor nuestras oraciones
dándonos aquello que es para nuestro más alto bien, aquello que nosotros mismos
desearíamos si, alumbrados de celestial saber, pudiéramos ver todas las cosas
como realmente son” (El Camino a Cristo, Ellen G. White, págs. 96,97).
“Por supuesto, pretender
que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la misma forma y según la
cosa particular que pidamos, es presunción. Dios es demasiado sabio para
equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad.
Así que no temáis confiar en él, aunque no veáis la inmediata respuesta de
vuestras oraciones” (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 97).
"Yo conozco
que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti" (Job
42:2). Dios conoce nuestros más caros pensamientos, anhelos y preocupaciones:
"El que sustenta
los innumerables mundos diseminados por la inmensidad, también tiene cuidado
del gorrioncillo que entona sin temor su humilde canto. Cuando los hombres van
a su trabajo o están orando; cuando descansan o se levantan por la mañana;
cuando el rico se sacia en el palacio, o cuando el pobre reúne a sus hijos
alrededor de su escasa mesa, el Padre celestial vigila tiernamente a todos. No
se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él pase
inadvertida" (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 86).
Orad sin cesar
Dios nos ama tanto,
nos da tantas bendiciones que damos por hecho y que consideramos algo
cotidiano, sin embrago cada latido de nuestro corazón, cada respiración es la
vida que el quiso compartir con cada uno de nosotros.
Llevemos nuestras oraciones
a Dios, libres de egoísmo, perdonándonos y amándonos unos a otros como él nos
ha mandado, para que nada estorbe nuestras oraciones.
“Orad en vuestro
gabinete; y al ir a vuestro trabajo cotidiano, levantad a menudo vuestro
corazón a Dios. De este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como precioso incienso al trono de la
gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo corazón está así apoyado en Dios.
No hay tiempo o lugar en que sea
impropio orar a Dios. No hay nada que pueda
impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de
nuestros negocios, podemos ofrecer a
Dios nuestras peticiones e implorar la divina
dirección […] En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él.
Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a
Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial” (El Camino a Cristo,
Ellen G. White, pág. 100).
El consejo del apóstol
Pablo es:
“Orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos” (Ef. 6:18) y “Orad sin cesar” (1
Ts. 5:17).
Que Dios los
bendiga, y no olviden orar por todos aquellos que están en necesidad, y por
todos aquellos que están conociendo la palabra de Dios. Amen.
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