Sufrimientos de Pablo
Pablo se presenta como siervo de Jesucristo “Pablo y
Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en
Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1).
Hechos 9:1-9 habla de cómo fue la conversión de Saulo. De
ser perseguidor de Cristo en la persona de sus santos, se tornó en su siervo.
Dejó la enemistad natural que todos tenemos hacía Dios y permitió que entrará
en su vida.
2 Corintios 1:8; Filipenses 1:13. Pablo fue atacado por el enemigo, hasta
estuvo en peligro de muerte, en su servicio por Cristo, fue azotado y fue
encarcelado. Lo mismo sucede con aquellos que renuncian al pecado y aceptan a
Cristo, Satanás los acosará para que se desanimen y abandonen el camino pero como
Pablo mismo cita: “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a
mi alma” (He. 10:38). Una vez en el ministerio del Señor no debemos volver
atrás “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia
atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62).
Hechos 19:23-41. Pablo habló intrépidamente contra falsas
creencias de su tiempo, y por ello fue censurado y perseguido. Los laicos
debemos entender que tenemos un ministerio, que muchas veces no es popular,
pero que tiene el sello divino, cuya recompensa son preciosas almas para vida
eterna. Muchas personas creen a pesar de la oposición, y es por estas almas que
debemos continuar y no desanimarnos.
A pesar de todas las pruebas por las cuales pasaba Pablo
dice que se gozaba en los sufrimientos que padecía por Cristo: “Ahora me gozo
en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las
aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). El no
desertó ni claudicó en su ministerio. Consideraba un supremo honor servir a
Cristo “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21).
Pablo lo que más deseaba era concluir la obra de evangelización para ya estar
con Cristo.
La tibieza el arma del enemigo
El Diablo se ensaño contra la iglesia, pero la
persecución y la muerte de los cristianos no le dio resultados así que cambió
de estrategia. Constantino en el año 325 d. C., tuvo un sueño por el cual se
volvió cristiano. Hizo un concilio, el de Nicea, en el cuál llegaron 300
obispos y así cambió la estrategia de en vez de perseguir a la cristiandad
distraerla con lujos y placeres mundanos.
Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he
enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” es la condición prevaleciente
en el mundo cristiano, y esto incluye a nuestra iglesia Adventista. Así
que el ministerio laico consiste en mostrar a la gente su verdadera condición,
como lo hiciera de forma intrépida y valiente Pablo, para que las personas “se
conviertan, Y yo [Dios] los sane” (Hch. 28:27).
La obra de
culminación del evangelio debe ser terminada por aquellos que aman de
todo corazón a Cristo, como lo hiciera el apóstol Pablo. Cada uno de nosotros
tiene familiares y amigos que necesitan venir y conocer al que nos da
salvación. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y nos coloca en el
lugar en que podemos servir a su causa, de nosotros depende la fidelidad con
que sirvamos al Señor, recordando la siguiente exhortación: “y al que sabe
hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg. 4:17).
Continuar en la obra de Dios
Filipenses 4:1-7. Pablo menciona muchas veces el gozo,
para él era un honor y un privilegio predicar. A veces, como laicos, presentamos
el evangelio a las personas y somos rechazados, menospreciados y hasta odiados
de muchas personas, y sin embargo no llegamos a las dificultades y pruebas que
sufrieran hombres como Pablo (salvo algunas excepciones).
Debemos acercarnos a Cristo cada día para que nos de su
Santo Espíritu y nos de valor para continuar en su obra y nos ayude a levantar
a la iglesia, a pesar de la tibieza, y la oposición.
Dios quiere que mejoremos cada día, que velemos por que
la obra de Cristo se desarrolle en su
iglesia, debemos dar testimonio práctico en nuestra vida diaria, en la calle,
en el trabajo, en cualquier lugar donde estemos, como laicos nuestra vida debe
ser un testimonio. “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino
que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por
Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una
cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que
está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en
Cristo Jesús” (Fil 3:12-14).
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