En la revelación
de Cristo el Salvador, éste se nos manifiesta en sus 3 oficios: profeta,
sacerdote y rey.
En los días de
Moisés, se escribió de Cristo en cuanto a su status como profeta: "Les suscitaré un Profeta de entre sus
hermanos, como tú, y pondré mis palabras en su boca. Y él les hablará todo lo
que yo le mande. Y al que no escuche mis palabras que ese Profeta hable en mi
Nombre, yo le pediré cuenta" (Dt. 18:18,19). Esta idea sigue presente
a lo largo de las Escrituras, hasta su venida.
En los días de
David se escribió de Cristo en cuanto a ser sacerdote: "Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres
sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec" (Sal. 110:4).
Esa idea continúa presente en las Escrituras, no solamente hasta su venida,
sino aún después de ella.
Y también se
escribió en tiempos de David acerca de Cristo como Rey: "Yo empero he puesto [ungido] mi rey sobre Sion, monte de mi santidad"
(Sal. 2:6). Y esa noción perdura en las Escrituras hasta su venida y también
después de ella.
Esta triple verdad
es ampliamente reconocida por todos cuantos están familiarizados con las
Escrituras; pero en relación con ella, hay una verdad que no resulta ser tan
bien conocida: que Cristo no es las tres cosas a la vez. Los tres oficios son
sucesivos. Primeramente es profeta, después es sacerdote, y luego rey.
Fue "el
profeta" cuando vino al mundo como maestro enviado por Dios, "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno
de gracia y de verdad" (Jn. 1:14). Pero entonces no era sacerdote, ni
lo hubiera sido de haber permanecido en la Tierra, ya que está escrito: "Si estuviese sobre la Tierra, ni aun sería sacerdote"
(Heb. 8:4).
Pero habiendo
terminado la labor en su obra profética sobre la Tierra, y habiendo ascendido
al cielo, a la diestra del trono de Dios, es ahora y allí nuestro "sumo
sacerdote", quien está "viviendo siempre para interceder por nosotros".
“Y le hablarás, diciendo: Así ha hablado
Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo,
el cual brotará de sus raíces, y edificará el templo de Jehová. El edificará el
templo de Jehová, y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y
habrá sacerdote a su lado; y consejo de paz habrá entre ambos" (Zac.
6:12, 13).
La función
específica de rey a que hacen referencia la profecía y la promesa, es que él
reinará sobre "el trono de David su padre", perpetuando el reino de
Dios en la Tierra. Ese oficio real es la restauración de la perpetuidad de la
diadema, corona y trono de David, en Cristo.
La diadema, corona
y trono de David fueron interrumpidos cuando, a causa de la profanación y
maldad del pueblo de Judá e Israel, éstos fueron llevados cautivos a Babilonia,
momento en el que se hizo la declaración: "Y tú, profano e impío príncipe de Israel, cuyo día ha llegado ya, el
tiempo de la consumación de la maldad, así ha dicho Jehová el Señor: Depón la
tiara, quita la corona; esto no será más así; sea exaltado lo bajo, y humillado
lo alto. A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que
venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré" Eze. 21:25-27.
De esa forma y en
ese tiempo, el trono, corona y diadema del reino de David, quedaron
interrumpidos "hasta que venga aquel cuyo es el derecho", momento en
el que le serán entregados. Y Aquel que posee el derecho no es otro que Cristo,
"el hijo de David".
Y ese "hasta
que venga", no es su primera venida, en su humillación, como varón de
dolores, experimentado en quebranto; sino su segunda venida, cuando venga en su
gloria como "Rey de reyes y Señor de señores", cuando su reino
desmenuce y consuma todos los reinos de la Tierra, y permanezca para siempre.
En las Escrituras
se especifica que después que "El
Juez se sentó, y los libros se abrieron", "he aquí... como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano
de grande edad... y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será
transitorio, y su reino que no se corromperá" (Dan. 7:13,14). Es
entonces cuando poseerá verdaderamente "El trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre;
y de su reino no habrá fin" (Luc. 1:32, 33).
Primeramente vino
como profeta. Actualmente es el sacerdote. Y será el rey cuando regrese.
Terminó su obra como profeta antes de ser sacerdote, y terminará su obra como
sacerdote antes de venir como rey.
Cuando vuelva de
nuevo en su gloria y en la majestad de su reino, sobre el trono de David su
padre, entonces lo consideraremos como rey, que es lo que en toda justicia
será. Jesús es tan ciertamente sacerdote en la actualidad, como fue profeta
cuando estuvo en la Tierra.
En tanto que rey,
podemos hoy contemplarlo solamente como aquello que va a ser. En tanto que
profeta, como lo que ya fue. Pero en su sacerdocio, debemos hoy considerarlo
como lo que es ahora.
Esos 3 oficios de
profeta, sacerdote y rey tienen un propósito. Su función como profeta fue
preparatoria y esencial para su función como sacerdote. Y sus funciones de
profeta y sacerdote, en ese orden, son preparatorias para su función como rey.
Debemos
contemplarlo en su papel de profeta, no solamente a fin de poder aprender de
quien se dijo "nunca ha hablado hombre así como este hombre" (Jn. 7:46),
sino también para que podamos comprenderlo adecuadamente en su oficio de
sacerdote.
Y debemos
considerarlo en su oficio de sacerdote, no solamente para que podamos recibir
el infinito beneficio de su sacerdocio, sino también a fin de estar preparados
para lo que hemos de ser. Porque está escrito: "serán sacerdotes de Dios y
de Cristo, y reinarán con él 1000 años" (Ap. 20:6).
Y habiéndole considerado
en su oficio de profeta, con el fin de prepararnos para considerarlo con
propiedad en su oficio de sacerdote, es esencial que lo consideremos en su
oficio de sacerdote a fin de estar capacitados para apreciarlo como rey, esto
es, para poder estar con él allí, y reinar con él. De nosotros mismos, se dice:
"Tomarán el reino los santos del
Altísimo, y poseerán el reino hasta el siglo, y hasta el siglo de los
siglos", y "y reinarán para
siempre jamás" (Dan. 7:18; Ap. 22:5).
Dado que el
sacerdocio es precisamente el oficio y obra de Cristo, y que desde su ascensión
al cielo ha venido siendo así, Cristo en su sacerdocio es el supremo motivo de
estudio para todo cristiano.
Es por la
intercesión de Cristo como nuestro sacerdote que tenemos una bendita esperanza:
“La cual tenemos como segura y firme
ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por
nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de
Melquisedec” (Heb. 6:19,20)
Tema
tomado de Laicos. org por A.T. Jones.
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