La exhortación de Jesús
Nuestro mundo está lleno de pesares y sufrimientos. Unos
dicen que vivir es sufrir. Otros, que nuestro mundo es un valle de lágrimas.
Aunque parecen demasiado pesimistas estas expresiones, admitir que a todos nos
ha tocado recorrer más de una vez ese valle, no es pesimismo.
Ya el recién nacido, desprovisto de la comodidad que le
proporcionaba su ámbito prenatal, se encuentra, abruptamente, en un mundo frio
e inhóspito. Un extraño lo toma de por los tobillos y le gira su mundo al
revés; luego le propina una buena nalgada que le hace producir su primera
expresión vocal: un llanto, el primero, pero no el último. Así nacemos. Un mero
anticipo, principio de dolores.
Los noticieros nos presentan crónicas (hasta el
cansancio) de sufrimientos y dolores. Basta con ver las noticias y veremos
injusticias, desastres, asesinatos, crímenes aterradores, moral por los suelos
en fin “terror por todas partes” (Jer. 6:25).
Deberíamos espantarnos y nos debería doler en lo más
profundo de nuestras conciencias ver estos hechos aterradores, sin embargo son
tan cotidianos que se nos hace de lo más natural.
Nuestro Señor Jesús nos exhorta:
“Y oiréis de
guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que
todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra
nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en
diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os
entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las
gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos
a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán,
y engañarán a muchos; y por haberse
multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere
hasta el fin, éste será salvo. Y
será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a
todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24: 6-14).
Si el amor de muchos se enfría nosotros debemos
perseverar, debemos de ayudar en un mundo desolado, ser agentes de bendición y
esparcir la luz del evangelio en cada lugar donde podamos para ser vencedores
con Cristo y no caer en los enredos del enemigo de las almas.
El cristianismo ofrece
una actitud triunfadora ante el dolor
Seguramente todos tenemos historias tristes y trágicas
que contar. Aparentemente, por ahora, Dios no nos exime del sufrimiento. Cristo
nos advierte “En el mundo tendréis aflicción”. Lo que el cristianismo sí
ofrece, es una actitud triunfadora ante el dolor, pues Cristo añade a la
declaración anterior las palabras: “pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn.
16:33).
No siempre podemos evitar el sufrimiento; lo que sí
podemos es conquistarlo. Para ello hay 5 pasos, principios solidos tomados de
la Palabra de Dios, que nos permitirán salir airosos del valle de lágrimas, con
la capacidad de mantener un estado mental sano y positivo.
Paso 1: Al hablar con
Dios podemos comunicarle lo que anida en nuestro corazón
Al hablar con Dios, no esconda sus sentimientos.
¡Expréselos! Dios desea que ventilemos nuestros verdaderos y auténticos
sentimientos ante el dolor y la pena, aun cuando nos consuma el rencor o nos
embargue el pensamiento de que Dios nos ha abandonado. El no desea que le
digamos lo que creemos que él quiere escuchar. Podemos comunicarle libremente lo
que anida en nuestro corazón.
En salmos 88 leemos:
“Me has puesto en el hoyo profundo. En tinieblas, en
lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira, Y me has afligido con todas tus
ondas. Has alejado de mí mis conocidos; Me has puesto por abominación a ellos; Encerrado
estoy, y no puedo salir. ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma? ¿Por qué
escondes de mí tu rostro?” (Sal. 88: 6-8, 14).
Paso 2: Acepte su
problema
Aduéñese de su problema. Es muy posible que su dilema,
dolor, pena o sufrimiento tenga algún causante, alguien que lo originó, y se
siente con todo el derecho de culpar o incriminar a esa persona; usted quiere
que el culpable sea confrontado con su injusticia. Pero, a menudo, esa
“justicia” es un desgaste infructuoso. Esa persona que le ocasiono tanto daño,
anda feliz mientras usted vive enemistado en su amargura.
La realidad es que su problema, su dolor, es precisamente
eso: su dolor, su problema. No se lo pase a otro; es suyo. Otros podrán
ayudarle a sobrellevarlo, pero ningún ser humano va a desposeerle de su
dolorosa carga. Acepte, pues, que su dolor le pertenece, y que solo usted podrá
superarlo.
Paso 3: Permita a Cristo
que le ayude a enfrentar sus problemas
Ahora estamos listos para emplear el tercer paso. Al
aceptar su problema es su propia responsabilidad, tengo para usted las mejores
noticias. Otro Ser, infinitamente mayor y más poderoso que usted, se ha
adueñado también de su problema. Se trata de alguien que cuenta con todos los
recursos del Cielo y de la Tierra: es Jesús. Él dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18).
Cristo, “varón de
dolores, experimentado en quebranto”,
vino a este mundo con el propósito anunciado por el profeta Isaías: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades,
y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de
Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros
pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados” (Is. 53:3-5).
Créalo. Autorice a ese Amigo poderoso para hacer lo que
él vive (y se desvive) por hacer. La Palabra de Dios declara: “Por lo cual puede también salvar
perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos” (He. 7:25). El mismo apóstol Pablo nos recuerda que “no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo
según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15).
Paso 4: Usted vale más
que cualquier problema, tenga la perspectiva correcta
Ahora que sabe que al adueñarse de su problema no está
solo (pues cuenta con un Socio poderosísimo que también se adueña de él), usted
podrá resistir la inútil e inoperante tentación de permitir que su sufrimiento
se adueñe de usted. Usted es más que su sufrimiento. Es más, y tiene más que
su dolor. Expanda su visión y ponga su sufrimiento en la perspectiva correcta.
Por ejemplo, si usted tiene cáncer, no se vea a sí mismo
como “un canceroso”. Usted es mucho más: es padre, madre, hijo, hija, hermano,
hermana; es obrero, estudiante, es una persona con responsabilidades que
cumplir, consejos que dar, con afectos y simpatías que compartir. Alguien le
necesita.
Paso 5: Haga todo lo
posible por mejorar la situación
Haga todo lo que pueda por mejorar su situación y la de
su prójimo. Este paso tiene 2 fases, cada una importantísima. El refrán “A Dios
rogando y con el mazo dando” encierra una gran verdad, apoyado por las Sagradas
Escrituras y la buena lógica.
La ayuda que Dios nos brinda no pretende eximirnos de
hacer nuestra parte; al contrario, nos da el respaldo emocional, psicológico y
espiritual que nos capacita para tomar decisiones acertadas y valientes. Con la
ayuda poderosa de Cristo, podemos dejar
de perjudicarnos y comenzar a ayudarnos.
Si estamos sufriendo por alguna enfermedad cardíaca, o
algún cáncer ha invadido nuestro cuerpo, es mucho lo que podemos hacer para
combatir y hasta librarnos de estos males.
Se ha comprobado que una dieta vegetariana, baja en
consumo de grasa y que evita alimentos procesados, es tan buena terapia como el
más sofisticado y costoso tratamiento. Por otra parte, cualquiera que sea su
problema, con seguridad se complicará y empeorará si usted recurre al alcohol u
otra droga estupefaciente. Sí, hay
siempre algo que podemos hacer para mejorar nuestra situación.
Una forma de salir de la
depresión es ponernos al servicio de otra persona
Muchas veces, la mejor forma de salir de la depresión en
que caemos a raíz de algún sufrir, consiste en ponernos al servicio de otra
persona cuya situación sea aún más trágica y dolorosa que la nuestra.
Cuando Cristo estaba en la cruz, sus pensamientos en favor
del ladrón arrepentido y la actitud perdonadora que adoptó para con los que lo
crucificaban permitieron que su mente escapara de la intensidad de su dolor y
se enfocara en el propósito redentor de su misión.
Ese mismo Jesús nos extiende la misma simpatía y la misma
salvación. No rechaces la ayuda que este poderosísimo Amigo te brinda con amor.
Él no sólo te escucha y te comprende. También tiene poder para sacarte de tu
sufrimiento sin esperanza. Él te dice hoy: “Venid
a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”
(Mt. 11:) ¿Le abrirás tu corazón?
Reflexión tomada de La
voz de la Esperanza 1999 (www. Lavoz.org).