En esta segunda
publicación sobre el tema terminaremos de explicar porque la Palabra de Dios
tiene que ser el único fundamento de nuestra fe (si no ha leído la primera
parte mejor léala primero).
El Espíritu Santo y la comprensión de las Escrituras
Sin la iluminación del Espíritu Santo nuestras mentes nunca podrían
comprender correctamente la Biblia, ni reconocerla como la autoridad divina.
Porque “nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co. 2:11).
“El hombre natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no
las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14). Por consiguiente “la palabra de la cruz es
locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, eso es, a nosotros, es
poder de Dios” (1 Co. 1:18).
“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que
proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1 Co. 2:12). Las Sagradas Escrituras y el Espíritu Santo
nunca pueden estar separados. El Espíritu Santo es tanto el autor como el
revelador de las verdades bíblicas.
Enfoque de las Escrituras: Jesús el Salvador
Jesucristo es el foco de la Escritura. El Antiguo Testamento presenta al
Hijo de Dios como el Mesías, el Redentor del mundo; el Nuevo Testamento lo
revela como Jesucristo, el Salvador. Cada página, ya sea mediante símbolo o
realidad, revela alguna fase de su obra y carácter.
Jesús mismo declaro: “Escudriñad
las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son las que dan testimonio de mí” (Jn. 5:39). Se confirma que el
enfoque de las Escrituras es Jesucristo, y en él está la promesa más
maravillosa que tenemos: la vida eterna.
Nuestro Señor Jesucristo
consideraba las Escrituras como un cuerpo
de verdad, una revelación objetiva, otorgada para sacar a la humanidad de las
tinieblas de las tradiciones y mitos a la luz verdadera del conocimiento de la
salvación.
Sí, el foco de la Biblia es Jesucristo. Él está colocado en el centro del
escenario del drama cósmico. Pronto su triunfo en el Calvario culminará en la
eliminación del mal. La humanidad y Dios serán reunidos.
El tema del amor de Dios, particularmente como se ha visto en el sacrificio
de Cristo en el Calvario, es la mayor verdad del universo, el foco de la
Biblia. De modo que todas las verdades bíblicas deben estudiarse en torno a
esta perspectiva.
Unidad de las escrituras
La Biblia expone una unidad fundamental en lo que enseña acerca de los
principios de salvación. Debido a su variedad de perspectivas, está
perfectamente capacitada en forma mejor para enfrentar las necesidades humanas
de todas las épocas.
Dios no se ha revelado a sí mismo a la
humanidad en una cadena continua de declaraciones, sino poco a poco, a través
de generaciones sucesivas. Ya sea mediante Moisés que escribiera desde los
campos madianitas, o mediante Pablo desde una prisión romana, sus libros
revelan la misma comunicación inspirada por el Espíritu.
Las verdades del Antiguo y Nuevo Testamento, a pesar de haber sido escritas
a través de muchas generaciones, permanecen inseparables; no se contradicen
unas a otras. Los dos Testamentos son uno, tal como Dios es uno.
El Antiguo Testamento, mediante profecías y símbolos, revela el evangelio
del Salvador que vendría; el Nuevo Testamento, mediante la vida de Jesús,
revela al Salvador que vino: la realidad del evangelio. Ambos revelan al mismo
Dios.
Es interesante notar
como libros escritos por personas diferentes y en épocas diferentes nos
muestran una revelación semejante (como el paralelismo entre Daniel y
Apocalipsis). Y no es extraño este hecho, puesto que el verdadero autor es el
Espíritu Santo, que revela el conocimiento necesario para la salvación.
La revelación bíblica y su historicidad
En cuanto al contenido de las revelaciones, a algunos escritores el
Espíritu les reveló acontecimientos que aún tendrían que ocurrir (Dn. 2, 7, 8, 12). Otros registraron hechos históricos, ya sea
sobre la base de una experiencia personal o seleccionando materiales de
registros históricos existentes (Jueces, 1 Samuel, 2
Crónicas, los
Evangelios, Hechos).
Los incidentes históricos son tipos o ejemplos, y están escritos “para
amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co. 10:11). Pablo dice: “Porque las cosas que se
escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la
paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza" (Ro.
15:4). Dios condujo a los escritores de
la Biblia a presentar la historia en una forma que nos guiara hacia la
salvación.
Los escritores de la Biblia consideraban todos los incidentes que contiene
como registros históricos verídicos y no como mitos o símbolos. Muchos
escépticos contemporáneos rechazan los relatos de Adán y Eva, de Jonás y del
Diluvio. Sin embargo, Jesús aceptaba su exactitud histórica y su importancia
espiritual (Mt. 12:39-41; 19:4-6; 24:37-39).
Exactitud de las Escrituras
La Biblia no enseña inspiración parcial o grados de inspiración. Estas
teorías son especulaciones que le quitan su autoridad divina. ¿Hasta qué punto salvaguardó Dios la transmisión del texto para
asegurarse que su mensaje es válido y verdadero? Es claro que, si bien es
cierto que los manuscritos antiguos varían, las verdades esenciales han sido
preservadas.
La evidencia de la arqueología bíblica revela que muchos así llamados
errores fueron solamente malentendidos de parte de los estudiosos. Algunas de
estas dificultades se levantaron porque la gente estaba leyendo la historia y
las costumbres bíblicas desde un punto de vista occidental. Las profecías que se han cumplido verifican su veracidad.
A pesar de los intentos de destruirla, la exactitud de la Biblia ha sido
preservada en forma increíble y hasta milagrosa. La comparación de los rollos
del Mar Muerto con los manuscritos posteriores del Antiguo Testamento demuestra
el cuidado con que se ha trasmitido. Confirman la veracidad y confianza de las
Escrituras como una revelación infalible de la voluntad de Dios.
Las Escrituras y las Ciencias humanas
Con frecuencia las contradicciones entre la Escritura y la ciencia son el
resultado de la especulación. Cuando no podemos armonizar la ciencia con la
Escritura, es porque tenemos una “comprensión imperfecta de ya sea la ciencia o
la revelación... pero cuando se comprenden en forma correcta, están en armonía
perfecta” (Elena G. White, Patriarcas y profetas pág. 114).
El mismo Dios que diseño
en forma perfecta al hombre, las flores o las condiciones necesarias para la
vida en nuestro mundo, es el mismo que se revela en las Sagradas Escrituras: “Levantad
en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta su
ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de
su fuerza, y el poder de su dominio” (Is. 40:26). “Te alabaré; porque formidables,
maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien.”
(Sal. 139:14).
Toda la sabiduría humana debe estar sujeta a la autoridad de la Escritura.
Las verdades bíblicas son la norma por la cual todas las demás ideas deben ser
probadas. Al juzgar la Palabra de Dios con normas humanas perecederas es como
si tratáramos de medir las estrellas con una vara de medir.
La Biblia no debe estar sujeta a las normas humanas. Es superior a toda la
sabiduría y literatura humana. Más bien, en vez de juzgar la Biblia, todos
seremos juzgados por ella, porque es la norma de carácter y la prueba de toda
experiencia y pensamiento.
Las Escrituras y los dones espirituales
Las Escrituras ejercen autoridad aun sobre los dones que vienen del
Espíritu Santo, incluyendo la conducción que provee el don de profecía o el don de lenguas (1 Co.
12; 14:1; Ef. 4:7-16). Los dones del
Espíritu no son superiores a la Biblia; lo cierto es que deben probarse por la
Biblia, y si no están de acuerdo con ella, deben descartarse: “¡A la ley y al
testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Is.
8:20).
“Como antes hemos dicho,
también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que
habéis recibido, sea anatema” (Gá. 1:9). Cualquier don espiritual que
contradiga a las Sagradas Escrituras no es genuino; puesto que los dones
provienen del Espíritu Santo (ver 1 Co. 12:7-11) y las Sagradas Escrituras
también, por ello tienen que estar en armonía.
Conclusiones
·
Dios se revela por medio de su
Creación, y de manera más específica a través de las Sagradas Escrituras, en
ellas entendemos el eterno propósito de Dios de restaurarnos y terminar con el
gran conflicto.
·
El origen de las Sagradas Escrituras
es divino, proveniente de su verdadero autor el Espíritu Santo.
·
La autoridad de las Sagradas Escrituras
radica en su origen, es el mensaje de Dios donde se expresa su voluntad y sus
propósitos. Son la única guía en asuntos de Fe y la única arma que el cristiano
tiene contra los engaños de Satanás.
·
La inspiración de las Escrituras
literalmente significa que “Dios respiro” en las mentes de sus escritores el
mensaje que deseaba comunicarnos. Aunque este mensaje está limitado por nuestra
condición humana tiene el sello de la autoridad divina.
·
Solo con la guía y la dirección del
Espíritu Santo comprenderemos e interpretaremos correctamente las Sagradas
Escrituras. Por ello es muy importante pedir su ayuda cada vez que estudiamos
la Biblia.
·
El tema central de la Biblia es la
salvación que nos ofrece Jesucristo, y todas las demás enseñanzas y verdades de
la Biblia deben estudiarse en torno a este tema central.
·
Tanto el Antiguo, como el Nuevo
Testamento guardan una unidad perfecta puesto que su verdadero autor es el
Espíritu Santo, que revela a través de las páginas de las Escrituras la obra de
Cristo para salvarnos.
·
La Biblia registra hechos históricos
que son verídicos y han sido registrados para fomentar nuestra fe y ayudarnos
en el proceso de la salvación.
·
La Biblia ha sido preservada por
Dios mismo, hallazgos recientes como los rollos del mar muerto confirman la
autenticidad y veracidad de las Sagradas Escrituras.
·
La verdadera ciencia y las
Escrituras están en armonía porque ambos provienen del mismo autor, el sabio y
todopoderoso Dios.
·
Todo don espiritual, incluyendo el
de lenguas y el de profecía debe estar en armonía con las Sagradas Escrituras,
de lo contrario son manifestaciones del enemigo para la perdición.
·
La Biblia es la revelación máxima
que tenemos de Dios, es nuestra única regla de Fe y la única que nos protege
contra los engaños del enemigo. Su importancia trasciende a cualquier
literatura humana que pudiera escribirse, porque el mismo Dios que trajo todo a
la existencia por medio de su palabra, nos transforma con la misma palabra.
Aceptar sus enseñanzas o rechazarlas es una decisión para vida o muerte
eternas.
Esta reflexión está
basada en el libro Creencias de los Adventistas del 7º Día capítulo 1 La
Palabra de Dios.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario