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viernes, 15 de noviembre de 2013

5 pasos para dejar de sufrir



La exhortación de Jesús

Nuestro mundo está lleno de pesares y sufrimientos. Unos dicen que vivir es sufrir. Otros, que nuestro mundo es un valle de lágrimas. Aunque parecen demasiado pesimistas estas expresiones, admitir que a todos nos ha tocado recorrer más de una vez ese valle, no es pesimismo.

 
Ya el recién nacido, desprovisto de la comodidad que le proporcionaba su ámbito prenatal, se encuentra, abruptamente, en un mundo frio e inhóspito. Un extraño lo toma de por los tobillos y le gira su mundo al revés; luego le propina una buena nalgada que le hace producir su primera expresión vocal: un llanto, el primero, pero no el último. Así nacemos. Un mero anticipo, principio de dolores.

Los noticieros nos presentan crónicas (hasta el cansancio) de sufrimientos y dolores. Basta con ver las noticias y veremos injusticias, desastres, asesinatos, crímenes aterradores, moral por los suelos en fin “terror por todas partes” (Jer. 6:25).

Deberíamos espantarnos y nos debería doler en lo más profundo de nuestras conciencias ver estos hechos aterradores, sin embargo son tan cotidianos que se nos hace de lo más natural.

Nuestro Señor Jesús nos exhorta:
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mt. 24: 6-14).

Si el amor de muchos se enfría nosotros debemos perseverar, debemos de ayudar en un mundo desolado, ser agentes de bendición y esparcir la luz del evangelio en cada lugar donde podamos para ser vencedores con Cristo y no caer en los enredos del enemigo de las almas.

El cristianismo ofrece una actitud triunfadora ante el dolor


Seguramente todos tenemos historias tristes y trágicas que contar. Aparentemente, por ahora, Dios no nos exime del sufrimiento. Cristo nos advierte “En el mundo tendréis aflicción”. Lo que el cristianismo sí ofrece, es una actitud triunfadora ante el dolor, pues Cristo añade a la declaración anterior las palabras: “pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). 

No siempre podemos evitar el sufrimiento; lo que sí podemos es conquistarlo. Para ello hay 5 pasos, principios solidos tomados de la Palabra de Dios, que nos permitirán salir airosos del valle de lágrimas, con la capacidad de mantener un estado mental sano y positivo.

Paso 1: Al hablar con Dios podemos comunicarle lo que anida en nuestro corazón


Al hablar con Dios, no esconda sus sentimientos. ¡Expréselos! Dios desea que ventilemos nuestros verdaderos y auténticos sentimientos ante el dolor y la pena, aun cuando nos consuma el rencor o nos embargue el pensamiento de que Dios nos ha abandonado. El no desea que le digamos lo que creemos que él quiere escuchar. Podemos comunicarle libremente lo que anida en nuestro corazón.

En salmos 88 leemos:
Me has puesto en el hoyo profundo. En tinieblas, en lugares profundos. Sobre mí reposa tu ira, Y me has afligido con todas tus ondas. Has alejado de mí mis conocidos; Me has puesto por abominación a ellos; Encerrado estoy, y no puedo salir. ¿Por qué, oh Jehová, desechas mi alma? ¿Por qué escondes de mí tu rostro?” (Sal. 88: 6-8, 14).

Paso 2: Acepte su problema

Aduéñese de su problema. Es muy posible que su dilema, dolor, pena o sufrimiento tenga algún causante, alguien que lo originó, y se siente con todo el derecho de culpar o incriminar a esa persona; usted quiere que el culpable sea confrontado con su injusticia. Pero, a menudo, esa “justicia” es un desgaste infructuoso. Esa persona que le ocasiono tanto daño, anda feliz mientras usted vive enemistado en su amargura.


La realidad es que su problema, su dolor, es precisamente eso: su dolor, su problema. No se lo pase a otro; es suyo. Otros podrán ayudarle a sobrellevarlo, pero ningún ser humano va a desposeerle de su dolorosa carga. Acepte, pues, que su dolor le pertenece, y que solo usted podrá superarlo.

Paso 3: Permita a Cristo que le ayude a enfrentar sus problemas

Ahora estamos listos para emplear el tercer paso. Al aceptar su problema es su propia responsabilidad, tengo para usted las mejores noticias. Otro Ser, infinitamente mayor y más poderoso que usted, se ha adueñado también de su problema. Se trata de alguien que cuenta con todos los recursos del Cielo y de la Tierra: es Jesús. Él dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18).


Cristo, “varón de dolores, experimentado en quebranto”,  vino a este mundo con el propósito anunciado por el profeta Isaías: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:3-5).

Créalo. Autorice a ese Amigo poderoso para hacer lo que él vive (y se desvive) por hacer. La Palabra de Dios declara: “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He. 7:25). El mismo apóstol Pablo nos recuerda que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15).

Paso 4: Usted vale más que cualquier problema, tenga la perspectiva correcta

Ahora que sabe que al adueñarse de su problema no está solo (pues cuenta con un Socio poderosísimo que también se adueña de él), usted podrá resistir la inútil e inoperante tentación de permitir que su sufrimiento se adueñe de usted. Usted es más que su sufrimiento. Es más, y tiene más que su dolor. Expanda su visión y ponga su sufrimiento en la perspectiva correcta.

 
Por ejemplo, si usted tiene cáncer, no se vea a sí mismo como “un canceroso”. Usted es mucho más: es padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana; es obrero, estudiante, es una persona con responsabilidades que cumplir, consejos que dar, con afectos y simpatías que compartir. Alguien le necesita.

Paso 5: Haga todo lo posible por mejorar la situación

Haga todo lo que pueda por mejorar su situación y la de su prójimo. Este paso tiene 2 fases, cada una importantísima. El refrán “A Dios rogando y con el mazo dando” encierra una gran verdad, apoyado por las Sagradas Escrituras y la buena lógica.


La ayuda que Dios nos brinda no pretende eximirnos de hacer nuestra parte; al contrario, nos da el respaldo emocional, psicológico y espiritual que nos capacita para tomar decisiones acertadas y valientes. Con la ayuda poderosa  de Cristo, podemos dejar de perjudicarnos y comenzar a ayudarnos.

Si estamos sufriendo por alguna enfermedad cardíaca, o algún cáncer ha invadido nuestro cuerpo, es mucho lo que podemos hacer para combatir y hasta librarnos de estos males.

Se ha comprobado que una dieta vegetariana, baja en consumo de grasa y que evita alimentos procesados, es tan buena terapia como el más sofisticado y costoso tratamiento. Por otra parte, cualquiera que sea su problema, con seguridad se complicará y empeorará si usted recurre al alcohol u otra droga  estupefaciente. Sí, hay siempre algo que podemos hacer para mejorar nuestra situación.

Una forma de salir de la depresión es ponernos al servicio de otra persona

Muchas veces, la mejor forma de salir de la depresión en que caemos a raíz de algún sufrir, consiste en ponernos al servicio de otra persona cuya situación sea aún más trágica y dolorosa que la nuestra.

Cuando Cristo estaba en la cruz, sus pensamientos en favor del ladrón arrepentido y la actitud perdonadora que adoptó para con los que lo crucificaban permitieron que su mente escapara de la intensidad de su dolor y se enfocara en el propósito redentor de su misión.

 
Ese mismo Jesús nos extiende la misma simpatía y la misma salvación. No rechaces la ayuda que este poderosísimo Amigo te brinda con amor. Él no sólo te escucha y te comprende. También tiene poder para sacarte de tu sufrimiento sin esperanza. Él te dice hoy: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:) ¿Le abrirás tu corazón?


Reflexión tomada de La voz de la Esperanza 1999 (www. Lavoz.org).
 

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