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jueves, 23 de mayo de 2013

5º Tema de capacitación para laicos: La vida evangelista de Pablo



Sufrimientos de Pablo

Pablo se presenta como siervo de Jesucristo “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1).

 
Hechos 9:1-9 habla de cómo fue la conversión de Saulo. De ser perseguidor de Cristo en la persona de sus santos, se tornó en su siervo. Dejó la enemistad natural que todos tenemos hacía Dios y permitió que entrará en su vida.

2 Corintios 1:8; Filipenses 1:13.  Pablo fue atacado por el enemigo, hasta estuvo en peligro de muerte, en su servicio por Cristo, fue azotado y fue encarcelado. Lo mismo sucede con aquellos que renuncian al pecado y aceptan a Cristo, Satanás los acosará para que se desanimen y abandonen el camino pero como Pablo mismo cita: “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma” (He. 10:38). Una vez en el ministerio del Señor no debemos volver atrás “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62).

Hechos 19:23-41. Pablo habló intrépidamente contra falsas creencias de su tiempo, y por ello fue censurado y perseguido. Los laicos debemos entender que tenemos un ministerio, que muchas veces no es popular, pero que tiene el sello divino, cuya recompensa son preciosas almas para vida eterna. Muchas personas creen a pesar de la oposición, y es por estas almas que debemos continuar y no desanimarnos.

A pesar de todas las pruebas por las cuales pasaba Pablo dice que se gozaba en los sufrimientos que padecía por Cristo: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). El no desertó ni claudicó en su ministerio. Consideraba un supremo honor servir a Cristo “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Pablo lo que más deseaba era concluir la obra de evangelización para ya estar con Cristo.

La tibieza el arma del enemigo

El Diablo se ensaño contra la iglesia, pero la persecución y la muerte de los cristianos no le dio resultados así que cambió de estrategia. Constantino en el año 325 d. C., tuvo un sueño por el cual se volvió cristiano. Hizo un concilio, el de Nicea, en el cuál llegaron 300 obispos y así cambió la estrategia de en vez de perseguir a la cristiandad distraerla con lujos y placeres mundanos.

Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” es la condición prevaleciente en el mundo cristiano, y esto incluye a nuestra iglesia Adventista. Así que el ministerio laico consiste en mostrar a la gente su verdadera condición, como lo hiciera de forma intrépida y valiente Pablo, para que las personas “se conviertan, Y yo [Dios] los sane” (Hch. 28:27).

 
La obra de  culminación del evangelio debe ser terminada por aquellos que aman de todo corazón a Cristo, como lo hiciera el apóstol Pablo. Cada uno de nosotros tiene familiares y amigos que necesitan venir y conocer al que nos da salvación. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y nos coloca en el lugar en que podemos servir a su causa, de nosotros depende la fidelidad con que sirvamos al Señor, recordando la siguiente exhortación: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg. 4:17).

Continuar en la obra de Dios

Filipenses 4:1-7. Pablo menciona muchas veces el gozo, para él era un honor y un privilegio predicar. A veces, como laicos, presentamos el evangelio a las personas y somos rechazados, menospreciados y hasta odiados de muchas personas, y sin embargo no llegamos a las dificultades y pruebas que sufrieran hombres como Pablo (salvo algunas excepciones).

Debemos acercarnos a Cristo cada día para que nos de su Santo Espíritu y nos de valor para continuar en su obra y nos ayude a levantar a la iglesia, a pesar de la tibieza, y la oposición.


Dios quiere que mejoremos cada día, que velemos por que la obra de Cristo se desarrolle  en su iglesia, debemos dar testimonio práctico en nuestra vida diaria, en la calle, en el trabajo, en cualquier lugar donde estemos, como laicos nuestra vida debe ser un testimonio. “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:12-14).

Que Dios bendiga a todos los laicos que con corazón sincero sirven voluntariamente en la causa de Dios. Para ellos es la siguiente promesa “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58).

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