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jueves, 30 de mayo de 2013

Enseñanzas bíblicas sobre la música parte I



El tema de la música es muy importante para la humanidad en general. La música ha sido parte de nuestra identidad y de nuestros valores. Por ello es importante, ver a la luz de la Biblia, que principios debemos considerar al oír música, sobre todo en el Templo de Dios el cual debemos considerar como un lugar Santo porque es donde nos encontramos con Dios.

En realidad este tema resulta un tanto controversial, aún dentro de nuestra iglesia con motivo de falta de conocimiento. Pero si nos guiamos a la luz de la Biblia no tiene por qué haber dudas ni problemas al respecto.



Es un tema muy extenso así que lo presentaremos en 3 partes. Esta primer parte trata de cuándo, dónde y cómo debemos emplear la música en adoración a Dios. La finalidad es extraer principios que debemos respetar para que la música realmente alabe a Dios y no cree confusión.



En el siguiente link esta la presentación:

Nuestro deseo es que esta presentación sirva como guía a todos aquellos que desean adorar a Dios “en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Jn. 4:23).

jueves, 23 de mayo de 2013

5º Tema de capacitación para laicos: La vida evangelista de Pablo



Sufrimientos de Pablo

Pablo se presenta como siervo de Jesucristo “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1).

 
Hechos 9:1-9 habla de cómo fue la conversión de Saulo. De ser perseguidor de Cristo en la persona de sus santos, se tornó en su siervo. Dejó la enemistad natural que todos tenemos hacía Dios y permitió que entrará en su vida.

2 Corintios 1:8; Filipenses 1:13.  Pablo fue atacado por el enemigo, hasta estuvo en peligro de muerte, en su servicio por Cristo, fue azotado y fue encarcelado. Lo mismo sucede con aquellos que renuncian al pecado y aceptan a Cristo, Satanás los acosará para que se desanimen y abandonen el camino pero como Pablo mismo cita: “Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma” (He. 10:38). Una vez en el ministerio del Señor no debemos volver atrás “Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lc. 9:62).

Hechos 19:23-41. Pablo habló intrépidamente contra falsas creencias de su tiempo, y por ello fue censurado y perseguido. Los laicos debemos entender que tenemos un ministerio, que muchas veces no es popular, pero que tiene el sello divino, cuya recompensa son preciosas almas para vida eterna. Muchas personas creen a pesar de la oposición, y es por estas almas que debemos continuar y no desanimarnos.

A pesar de todas las pruebas por las cuales pasaba Pablo dice que se gozaba en los sufrimientos que padecía por Cristo: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). El no desertó ni claudicó en su ministerio. Consideraba un supremo honor servir a Cristo “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Pablo lo que más deseaba era concluir la obra de evangelización para ya estar con Cristo.

La tibieza el arma del enemigo

El Diablo se ensaño contra la iglesia, pero la persecución y la muerte de los cristianos no le dio resultados así que cambió de estrategia. Constantino en el año 325 d. C., tuvo un sueño por el cual se volvió cristiano. Hizo un concilio, el de Nicea, en el cuál llegaron 300 obispos y así cambió la estrategia de en vez de perseguir a la cristiandad distraerla con lujos y placeres mundanos.

Apocalipsis 3:17 “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” es la condición prevaleciente en el mundo cristiano, y esto incluye a nuestra iglesia Adventista. Así que el ministerio laico consiste en mostrar a la gente su verdadera condición, como lo hiciera de forma intrépida y valiente Pablo, para que las personas “se conviertan, Y yo [Dios] los sane” (Hch. 28:27).

 
La obra de  culminación del evangelio debe ser terminada por aquellos que aman de todo corazón a Cristo, como lo hiciera el apóstol Pablo. Cada uno de nosotros tiene familiares y amigos que necesitan venir y conocer al que nos da salvación. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, y nos coloca en el lugar en que podemos servir a su causa, de nosotros depende la fidelidad con que sirvamos al Señor, recordando la siguiente exhortación: “y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg. 4:17).

Continuar en la obra de Dios

Filipenses 4:1-7. Pablo menciona muchas veces el gozo, para él era un honor y un privilegio predicar. A veces, como laicos, presentamos el evangelio a las personas y somos rechazados, menospreciados y hasta odiados de muchas personas, y sin embargo no llegamos a las dificultades y pruebas que sufrieran hombres como Pablo (salvo algunas excepciones).

Debemos acercarnos a Cristo cada día para que nos de su Santo Espíritu y nos de valor para continuar en su obra y nos ayude a levantar a la iglesia, a pesar de la tibieza, y la oposición.


Dios quiere que mejoremos cada día, que velemos por que la obra de Cristo se desarrolle  en su iglesia, debemos dar testimonio práctico en nuestra vida diaria, en la calle, en el trabajo, en cualquier lugar donde estemos, como laicos nuestra vida debe ser un testimonio. “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:12-14).

Que Dios bendiga a todos los laicos que con corazón sincero sirven voluntariamente en la causa de Dios. Para ellos es la siguiente promesa “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co. 15:58).

viernes, 17 de mayo de 2013

Reflexión: la oración sincera



Jesús nuestro amigo

La verdadera oración "es el acto de abrir el corazón a Dios como a un amigo" (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 93). Cuando hablamos con un amigo de nuestra entera confianza lo hacemos libremente y sin reservas. Es una comunicación directa y franca donde expresamos lo que más nos interesa. 

Regularmente es un momento gratificante en el cual nos alegramos y comunicamos nuestros éxitos, ideas, planes o simplemente compartimos momentos agradables. Aunque también nos acercamos a nuestros amigos para recibir consejos, sugerencias y hasta consuelo y apoyo en los momentos difíciles.

Cuándo hablamos con un amigo, no nos dedicamos únicamente a contarle cosas tristes y a pedirle favores, de lo contrario se cansarían de nosotros. Es importante esto cuando lo necesitamos pero no debe ser lo único que se hace. Nuestros amigos se alegran cuándo compartimos nuestra gratitud y entusiasmo con ellos. De igual forma debemos ser agradecidos con Dios por todas las bendiciones que nos da.

 
Debemos hacer de la oración el momento en que nos acercamos a nuestro mejor y más fiel amigo. Como diría el conocido himno “Oh que amigo nos es Cristo” (Himnario adventista antiguo # 349): 

“¡Oh, que amigo nos es Cristo!
El sintió nuestra aflicción
Y nos manda que llevemos
todo a Dios en oración.
¿Vive el hombre desprovisto
de consuelo y protección?
Es por que no tiene dicho
todo a Dios en oración”



Este Himno nos invita a confiar en Jesús como nuestro amigo y a llevarle todas nuestras penas, aunque también nuestras alegrías, y nos muestra también que Jesús nos entiende perfectamente, puesto que el siente nuestro dolor.

Dios nos conoce perfectamente

Nuestra vida es un libro abierto que él conoce con tanto detalle que "aún los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Lc. 12:7).

Otra ilustración que ejemplifica muy bien lo que es la oración es la tierna relación que existe entre un padre y sus hijos " Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen" (Sal. 103:13).

A Dios le agrada cuándo lo buscamos con toda sinceridad. El escucha atentamente nuestras plegarias, aunque a nosotros nos parezca que no nos oye. Pero él que conoce el fin desde el principio nos otorga solo aquello que es para nuestro verdadero beneficio: "Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis" (Jer. 29:11). 

  
“Somos tan cortos de vista y propensos a errar, que algunas veces pedimos cosas que no serían una bendición para nosotros, y nuestro Padre celestial contesta con amor nuestras oraciones dándonos aquello que es para nuestro más alto bien, aquello que nosotros mismos desearíamos si, alumbrados de celestial saber, pudiéramos ver todas las cosas como realmente son” (El Camino a Cristo, Ellen G. White, págs. 96,97).


“Por supuesto, pretender que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la misma forma y según la cosa particular que pidamos, es presunción. Dios es demasiado sabio para equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad. Así que no temáis confiar en él, aunque no veáis la inmediata respuesta de vuestras oraciones” (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 97).



"Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti" (Job 42:2). Dios conoce nuestros más caros pensamientos, anhelos y preocupaciones:

"El que sustenta los innumerables mundos diseminados por la inmensidad, también tiene cuidado del gorrioncillo que entona sin temor su humilde canto. Cuando los hombres van a su trabajo o están orando; cuando descansan o se levantan por la mañana; cuando el rico se sacia en el palacio, o cuando el pobre reúne a sus hijos alrededor de su escasa mesa, el Padre celestial vigila tiernamente a todos. No se derraman lágrimas sin que él lo note. No hay sonrisa que para él pase inadvertida" (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 86).

Orad sin cesar

Dios nos ama tanto, nos da tantas bendiciones que damos por hecho y que consideramos algo cotidiano, sin embrago cada latido de nuestro corazón, cada respiración es la vida que el quiso compartir con cada uno de nosotros.

Llevemos nuestras oraciones a Dios, libres de egoísmo, perdonándonos y amándonos unos a otros como él nos ha mandado, para que nada estorbe nuestras oraciones.

“Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro trabajo cotidiano, levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De este modo anduvo Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como precioso incienso al trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo corazón está así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección […] En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial” (El Camino a Cristo, Ellen G. White, pág. 100).

  
El consejo del apóstol Pablo es:
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Ef. 6:18) y “Orad sin cesar” (1 Ts. 5:17).

Que Dios los bendiga, y no olviden orar por todos aquellos que están en necesidad, y por todos aquellos que están conociendo la palabra de Dios. Amen.