viernes, 8 de marzo de 2013

El verdadero carácter de Dios



Introducción

 
Dios es amor (ver 1 Juan 4:8) esto lo revela continuamente en su providencia (ver Salmo 65; Lucas 12:22-31) y lo vino a demostrar más plenamente Cristo cuando vino al mundo (ver Juan 6:44-47; 14:8-11) para presentar el verdadero carácter de Dios: un padre amoroso que está buscando a sus hijos perdidos (ver Lucas 15)  y no escatimó nada para rescatarnos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Jn. 3:16,17).

El enemigo desvirtúa el carácter de Dios

Desde el principio de la controversia entre el bien y el mal, Lucifer presentó a los seres celestiales a Dios como injusto, como alguien arbitrario que restringía la libertad de sus criaturas y que imponía una ley imposible de cumplir.

Dios mismo rogo con paciencia y amor a Lucifer que desistiera de la rebelión, porque sabía que solo traería dolor y miseria. Pero Dios nos ama tanto que no nos obliga a nada, respeta nuestro libre albedrío porque desea el amor sincero de sus criaturas, y por ello permitió que Lucifer “Portador de luz” se convirtiera en Satanás “Adversario”.


A partir de ese momento este adversario se ha encargado de engañar al mundo entero (ver Apocalipsis 12:9), presentando a Dios  de forma equivocada como lo hiciera en el cielo. Y tristemente este es el concepto que muchos tienen de Dios.

“Satanás indujo a los hombres a concebir a Dios como un ser cuyo principal atributo es una justicia inexorable, como un juez severo, un duro, estricto acreedor. Pintó al Creador como un ser que está velando con ojo celoso por discernir los errores y faltas de los hombres, para visitarlos con juicios. Por esto vino Jesús a vivir entre los hombres, para disipar esa densa sombra, revelando al mundo el amor infinito de Dios” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 8).

Como presentan las Escrituras a Dios

Esta es la definición que la biblia da acerca de Dios y de su carácter: “Dios es amor” (1 Jn. 4:8). “Está escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba. Los hermosos pájaros que llenan el aire de melodías con sus preciosos cantos, las flores exquisitamente matizadas que en su perfección perfuman el aire, los elevados árboles del bosque con su rico follaje de viviente verdor, todos dan testimonio del tierno y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de hacer felices a sus hijos” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 8).

“La Palabra de Dios revela su carácter. El mismo ha declarado su infinito amor y piedad. Cuando Moisés dijo: ‘Ruégote me permitas ver tu gloria’, Jehová respondió: ‘Yo haré que pase toda mi benignidad ante tu vista’ (Éx. 33: 18, 19). Tal es su gloria. Jehová pasó delante de Moisés y clamó: ‘Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente lento en iras y grande en misericordia y en Fidelidad; que usa de misericordia hasta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado’ (Éx. 34: 6, 7) ‘Lento en iras y grande en misericordia’ (Jon. 4: 2). ‘Porque se deleita en la misericordia’ (Mi. 7: 18)” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 8).

En otro pasaje se dice del amor “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co. 13:7). Así el amor es el principal atributo del carácter y el gobierno de Dios, esto quedo más que demostrado en el plan de salvación, en donde no se escatimo nada para redimirnos, antes bien Dios lo dio todo porque nos ama desde la eternidad.

 
Cristo vino al mundo para demostrar el verdadero carácter Dios. Vino a desmentir todas las acusaciones de Satanás que lo pintan como injusto y arbitrario. Toda su vida sobre la tierra consistió en rescatar lo que se había perdido, vino a morar entre nosotros, sanando, bendiciendo, alentando trayendo esperanza. Y de estas acciones el mismo dice: “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.” (Jn. 8:28,29).  

“Pasó haciendo bien y sanando a todos los oprimidos de Satanás. Había aldeas enteras donde no se oía un gemido de dolor en casa alguna, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos. Su obra demostraba su divina unción. En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna simpatía por los hijos de los hombres. Tomó la naturaleza del hombre para poder simpatizar con sus necesidades. Los más pobres y humildes no tenían temor de allegársele. Aun los niñitos se sentían atraídos hacia él. Les gustaba subir a sus rodillas y contemplar ese rostro pensativo, que irradiaba benignidad y amor” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 10).

Jesús muestra a Dios como un tierno padre que ama, perdona y busca a sus hijos (ver Lucas 15). Estas parábolas ilustran como es el Padre celestial, no importaron los problemas y adversidades, el encontrar y restaurar lo perdido es lo más importante “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (Lc. 15:7).


“Tal es el carácter de Cristo como se revela en su vida. Este es el carácter de Dios. Del corazón del Padre es de donde manan los ríos de compasión divina, manifestada en Cristo para todos los hijos de los hombres. Jesús el tierno y piadoso Salvador, era Dios ‘manifestado en la carne’ (1 Ti. 3: 16)” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 11).

Llamado

Cuando suceden catástrofes o desgracias las personas culpan a Dios por ello, cuando en realidad es Satanás mismo quien provoca todo el mal y el dolor a la humanidad. Más bien es por la misericordia de Dios que la maldad y la destrucción del mundo no se han precipitado “Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.” (Ap. 7.1).

Sin embargo este espíritu re-frenador se está retirando de la tierra, “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt.24:21). Y esto lo podemos constatar simplemente al ver los noticieros y ver como el mundo está plagado de violencia e injusticia.

Por ello Dios que ama a sus verdaderos hijos va a regresar por ellos, y no permitirá que sigan padeciendo, viene para vindicar su nombre y el de sus hijos. Pero como el hijo mayor de la parábola el Padre no nos obliga a entrar en la fiesta, nos invita a hacerlo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap. 3:20). ¿Aceptaremos esa invitación? Esa decisión solo nosotros podemos tomarla.


“Cuanto más estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, más vemos la misericordia, la ternura y el perdón unidos a la equidad y la justicia, y más claramente discernimos pruebas innumerables de un amor infinito y de una tierna piedad […] Romperse puede todo lazo humano, separarse el hermano del hermano, olvidarse la madre de sus hijos, variar los astros sus senderos fijos; mas ciertamente nunca cambiará el amor providente de Jehová” (El camino a Cristo, Elena G. White, pág. 14).


Si desea ver este tema como presentación lo puede hacer en el siguiente link:
 

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