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viernes, 21 de febrero de 2014

En el secreto del trueno



Clamar desde la amargura y el Todopoderoso responde

En el libro de los salmos hallamos estas notables palabras: “En la calamidad clamaste, y yo te libré; Te respondí en lo secreto del trueno; Te probé junto a las aguas de Meriba.” (Sal. 81:7).

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué significado encierran estas palabras? Todo el salmo 81 se refiere a una época de sufrimiento para el pueblo de Dios, y en él se nos recuerda cómo fue liberado de la esclavitud egipcia. Ellos carecían de todo poder. No tenían armas, cundía entre todos el más profundo desaliento. Y se explica: se hallaban bajo el yugo de la nación más poderosa del mundo en aquel entonces. ¿Qué podían hacer? Absolutamente nada. Pero este pueblo esclavo fue liberado del poder egipcio cuando todo parecía ser más oscuro. Así obra Dios. Ni las apariencias, ni las situaciones desesperadas limitan su poder.


En medio de las dificultades Israel clamó a Dios y el Señor le contesto “en el secreto del trueno”. Clamaron a Dios desde la amargura de la esclavitud y el Todopoderoso respondió mediante las plagas que asolaron a Egipto (Éxodo 9:23).

Cada plaga que cayó sobre Egipto fue una respuesta de Dios. Cuando el faraón persiguió al pueblo de Israel al escapar éste hacia el mar Rojo, dice en el libro del Éxodo que “Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas, e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros” (Ex. 14:19,20).

Con esa nube oscura y amenazante para los egipcios, Dios contestó la oración de Israel. Contestó “en el secreto del trueno”. “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Ex. 14:21).

Cuando parece no haber esperanza la liberación llega por el camino menos esperado

Y por aquel extraordinario camino, abierto en medio del mar, el pueblo de Israel marchó rumbo a la libertad. ¡Cuán maravilloso es el poder divino que está al alcance de aquel que ora a Dios pidiéndolo! Los hijos de Israel clamaron al Señor y como resultado de eso: “La voz de tu trueno estaba en el torbellino; Tus relámpagos alumbraron el mundo; Se estremeció y tembló la tierra. En el mar fue tu camino, Y tus sendas en las muchas aguas; Y tus pisadas no fueron conocidas. Condujiste a tu pueblo como ovejas. Por mano de Moisés y de Aarón” (Sal. 77:18-20).

 
En aquella situación angustiosa, cuando parecía no haber esperanza alguna, el pueblo clamó a Dios y la liberación llego por el camino que menos esperaban. Dios responde “en el secreto del trueno” y esto nos lleva a pensar en el monte Sinaí en el momento cuando Dios dio los 10 mandamientos. Nótese la descripción: “Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante” (Ex. 19: 16, 18, 19).

Se le había ordenado a Moisés que mantuviera al pueblo al pie del Sinaí, sin permitirle que subiera a la montaña. Y después de oír hablar a Moisés, repentinamente, desde la nube que cubría la cima de la montaña, “en el secreto del trueno” el pueblo oyó la voz de Dios. En Éxodo 20:1-3 leemos: “Y habló Dios todas estas palabras diciendo: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás dioses ajenos delante de mí”.

Y luego, palabra tras palabra, el Señor pronunció los nueve restantes mandamientos. En Salmos 81:9 hallamos el mismo pensamiento expresado casi en las mismas palabras del Éxodo. Dice: “No habrá en ti dios ajeno, ni te encorvarás a dioses extraños”. Lo mismo ocurre con las palabras que hallamos en el versículo 10: “Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto: ensancha tu boca, y henchirla he”. Estos son los mismos términos con que en Éxodo 20:2 se introducen los Diez Mandamientos.

Resulta claro, entonces, que la expresión “en el secreto del trueno” se refiere al monte Sinaí y al instante en que Dios pronunció el Decálogo con voz audible para todo el pueblo. Moisés que se hallaba presente en aquella oportunidad, nos dice al referirse a los 10 mandamientos: “Estas palabras habló Jehová a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego, de la nube y de la oscuridad, a gran voz; y no añadió más. Y las escribió en dos tablas de piedra, las cuales me dio a mí” (Dt. 5.22).

Una ley perfecta

El Señor no añadió más a su ley porque no lo necesitaba: era una ley perfecta. Después de pronunciarla de manera que todo el pueblo la oyera, Dios la escribió por sí mismo sobre 2 tablas de piedra, las que después fueron colocadas en el arca de oro que se guardaba en el compartimiento del Tabernáculo llamado “El lugar Santísimo”. Este lugar de culto se hallaba en el mismo centro del campamento de Israel. Así también deben sus santos principios quedar grabados en el corazón de sus hijos, tal como dice en 2 Corintios 2 y en Hebreos 8.


Después que el pueblo oyó a Dios pronunciar los 10 mandamientos, se le indicó a Moisés que subiera solo al monte y se allegara al secreto de la presencia de Dios. Al hacerlo, recibió instrucciones y leyes adicionales relativas al culto de Israel, a las distintas ceremonias y a los sacrificios, además se le indicaron los principios de gobierno que regirían al pueblo.

Moisés escribió todas estas leyes en un libro. De manera que fue desde “el secreto del trueno” desde donde Dios pronunció los 10 mandamientos eternos. Y también desde allí indicó las reglas que se aplicaban en forma particular al pueblo de Israel. Dijo Jesús: “Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos” (Mt. 5:18,19).

La voz de Dios tiene sonido de trueno para los que se empeñan en no entenderla

A veces la voz de Dios tiene el sonido del trueno para aquellos que se empeñan en no entenderla. Dijo Jesús: “Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado” (Jn. 12:28,29).

Algunos de los presentes oyeron las palabras; otros supusieron que había sido un trueno. Pero era el Padre Eterno quien había hablado y Jesús entendió sus palabras. En aquella hora de profunda necesidad y angustia, el Redentor oró fervientemente a Dios, y el Señor le respondió “en el secreto del trueno”. En Apocalipsis se nos dice que en el mismo fin del tiempo, la voz de Dios sonará a la manera de trueno. Y en el capítulo 19:6 se anticipa el hermoso espectáculo que presentarán los redimidos. Dice así: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” (Ap. 19:6).


Si entendemos bien esta grandiosa verdad, ella nos sostendrá a través de todas las pruebas y dificultades, sin duda alguna nos oirá. En medio del tumulto y la confusión que nos rodea, él nos oye y nos responde “en el secreto del trueno”. Nos librará del mal, y en este desierto de la vida no nos faltará el maná. Para nosotros hará brotar agua de la peña. Porque él, el Maestro, el crucificado, el glorioso resucitado, es para nosotros la eterna Roca que los siglos no podrán hacer vacilar.


Si te acercas a él, si lo buscas, si pones tu confianza en el que todo lo puede, podrás decir con José A. Fránquiz:

Señor, yo nunca me acerqué a tu lado
con pena y dolor, sin que dijeras
a mi alma atribulada una palabra,
una de tus palabras, dulces, buenas…

Tú nunca permitiste que si vine
con ojos tristes, triste yo me fuera.
Algo siempre tú hiciste por mi herida,
algo siempre tú hiciste por mi pena.

Cuando yo conversé contigo a solas
diciéndote mis íntimas dolencias
tú nunca te cansaste, y siempre oíste
las palabras azules de mis quejas.

Fuiste más que un hermano en mis dolores,
y más que un amigo, fuiste en mis problemas;
siempre, siempre, poniendo en mis ensueños
una canción, un lirio y una estrella.

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- GRATITUD

La voz de la Esperanza 1999

viernes, 7 de febrero de 2014

Los 10 mandamientos a fondo



Compartimos ahora un tema de la más completa importancia: analizar los principios fundamentales contenidos en la Ley de Dios.

Como usted podrá percatarse al analizar y estudiar este tema, la Ley de Dios es vigente porque encierra principios eternos que rigen el gobierno de Dios.

Tienen que ver con nuestra mente más que con actos externos, involucran cada aspecto de nuestra vida, y aunque somos salvos por gracia evidenciamos que esta es efectiva en nuestra vida cuando vivimos en armonía con Dios.

En el siguiente link esta la presentación:


La invitación de Jesús es: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).

Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Stg. 2:10).